sábado, 28 de agosto de 2021

¿PROFESOR DE QUE?

Profesor de qué? Yo era estudiante de Derecho y teníamos la posibilidad, al cursar el último año, de escoger una asignatura de libre configuración. Mis compañeros de cursada eran estudiantes que se encontraban finalizando sus estudios. Éramos de diferentes carreras y teníamos en común haber elegido la misma asignatura. Nuestros compañeros eran de Enfermería, Odontología, Arquitectura, Ingeniería en Caminos, Administración de Empresas, etc. Mi compañera y yo escogimos la materia Mentoring, pues nos pareció que podría ser útil para el futuro desempeño de nuestra profesión. El profesor de la asignatura era sudamericano, no recuerdo si era uruguayo o argentino o de uno de esos países. Era algo mayor, Psicólogo y la verdad es que fue una experiencia bonita e interesante y hasta emocionante. En la primera clase nos habló de la Percepción, decía que todo en la vida se inicia con la percepción. Que si hay algo que no percibimos como un problema no podremos hacer nada para resolverlo. Explicó y mostró que son los puntos ciegos. Nos propuso un ejercicio sencillo que nos permitió observar la existencia de límites en la apreciación de nuestro campo visual. Se trataba de observar dos pequeñas marcas hechas en un papel a una distancia de unos 12 centímetros una de otra; la consigna era ver con un solo ojo la marca del lado opuesto a ese ojo (izquierda/derecha) y variando la distancia del papel en relación con nuestro punto de observación, manteniendo el otro ojo cerrado, a una distancia de unos 30 centímetros aproximadamente, dejábamos de percibir la otra marca. Dijo que a esto se le llamaba el Punto Ciego del Ojo, que ocurre porque donde se inserta el nervio óptico en la retina, en ese punto no hay células que puedan percibir la luz ni los colores. Luego nos preguntó si también existirían limitaciones en nuestro funcionamiento intelectual y emocional, es decir, temáticas que no logramos comprender o situaciones en las que nuestra capacidad de sentir está bloqueada. Y en ese caso, que consecuencias tendría no percibir ciertos datos de la realidad. Y comenzó a preguntar y preguntar. A mi amiga y a mí nos llamó la atención que sus clases no eran exposiciones como a las que estábamos acostumbradas, las llamadas clases magistrales. Éste nos hacía preguntas y tomaba nuestras respuestas para explicar lo que nos quería transmitir, y funcionaba bien la cosa. Para ilustrar lo que nos explicaba nos planteó la siguiente situación. Imaginen, dijo, que en una esquina dos automóviles chocan. Uno es un coche "pistero", cupé descapotada, rojo vivo o amarillo huevo, conducido por un joven de unos 18 ó 20 años y el otro coche es una rural familiar, conducida por una mujer embarazada. Invitemos a las 10 personas que vieron el choque dijo y pidámosles que relaten lo ocurrido. Preguntó, si obtendríamos un relato único? a lo que respondimos que no; se dijo en el grupo que podríamos llegar a tener hasta 10 relatos diferentes. Preguntó sobre los motivos de estas posibles diversas apreciaciones y por las respuesta que fuimos dando, quedaba claro que los "puntos ciegos" que estarían operando serían los pre-conceptos, o prejuicios, o supuestos psicológicos que modelan nuestro sistema perceptivo. Dijo a continuación que el objetivo del mentoring es ayudar a ampliar la visión y superar los puntos ciegos. Quienes estuvieran preocupados o temerosos por la conducción temeraria de los jóvenes cómo explicarían las causas posibles del choque?, y en cambio donde pondrían el énfasis quienes pensaran que una mujer embarazada se encuentra en un estado que la lleva a estar más atenta a lo interno que a lo externo?. Luego nos dijo que, seguramente cada uno de los dos conductores solicitaría atención de su compañía aseguradora y si no tuviera una respuesta satisfactoria, cada uno pondría un abogado para lograr que un juez "administrara justicia". Y agrega irónicamente que, afortunadamente los Jueces no tienen puntos ciegos, por lo cual el tema quedaría bien resuelto. Mi compañera y yo, ambas estudiantes de Derecho, nos sentimos muy mal con esa conclusión. Planteamos nuestro disenso con cierto enojo. Se trabajó en el grupo el tema, pero a nosotras nos quedó un mal sabor que nos llevó a estar muy atentas durante varias de las siguientes clases. Con el avance de la cursada nos fuimos "amigando" con el profe, pues pudimos reconocer que en su propuesta educativa había algo valioso y diferente a lo conocido hasta ese momento y casi sin darnos cuenta se fue instalando, natural y espontáneamente, un modo más reflexivo. Nos llamó la atención también que los cuestionamientos que se le hacían no lo enojaban y todo, o casi todo, lo convertía en una fuente de aprendizaje. Fue una experiencia muy nutritiva y aún cuando han pasado ya varios años, continuamos utilizando varios de los conocimientos que nos transmitió y lo recordamos con cariño. Es decir, que algo aprendimos sobre Mentoring, o sobre qué y cómo podemos hacer para "mentorear". Bien, todo esto es una anécdota, pero lo que más me quedó de la experiencia con este profe fue lo que ocurrió el último día que lo vimos, la última clase. Al comenzar la misma nos dice que no consideraba tan importante que hubiéramos aprendido algo sobre Mentoring; que si nos llevábamos puesto algo de lo visto y lo podíamos aplicar, fenomenal!, pero que lo más importante que tenía para decirnos era lo siguiente: Que la vida nos brinda la oportunidad para hacer lo que más deseamos, lo que más nos gusta, y si por algún motivo no podemos lograrlo, en ocasiones nos da una segunda oportunidad, y que rara vez nos ofrece una tercera oportunidad, pero que sepamos que no hay un número infinito de oportunidades para hacer lo que uno más quiere. El mensaje era que no las dejemos pasar, que estemos atentos, que no estemos distraídos. Y nos cuenta que cuando él era joven, de unos 18 años, encantado por la música de jazz y especialmente fascinado por la calidad del trompetista Louis Armstrong, quiso estudiar trompeta. Pero también nos contó que cuando era un niño de 8 años se había caído jugando a la pelota y se había roto los dos dientes incisivos y como la boquilla de la trompeta hace presión sobre ellos, su dentista le dijo que si no quería sacar los dientes de dentro de la trompeta algún día, la dejara. Nos contó que fue todo un duelo y "duelar" esa imposibilidad de hacer algo que él tanto quería; tocar la trompeta, fue muy doloroso. Ya con casi 60 años, se propuso intentar con el trombón, que por tener la boquilla un diámetro mayor que la de la trompeta, pensó que ésta apoyaría más sobre la encía que sobre los dientes. Se incorporó entonces al Conservatorio de Música y probó durante un año con el trombón. Estaba bueno, pero no era lo que quería; él quería tocar la trompeta. El objeto del deseo no puede ser cualquier cosa, siempre se trata de algo único nos dijo. Habló entonces con el profesor de trompeta del conservatorio, le explicó el problema que tenía con sus dientes y el profe le dijo que, el mejor trompetista del mundo no fue Louis Armstrong, sino un francés llamado André Moreau. Que en ese momento era un hombre muy mayor y que por tener más de 80 años y aún tocaba la trompeta, tenía dificultades con sus dientes, por lo cual se había hecho construir una boquilla con un saliente que él apoyaba en la parte superior al labio y así presionaba sobre la encía y no sobre los dientes. Nos contó que a partir de esa explicación se dio a la tarea de construir ese saliente con resina epoxi a una boquilla de trompeta; la fue limando y modelando hasta que logró que de esa boquilla saliera el sonido que la trompeta amplificaría. Contó que con gran emoción fue a ver al profe y con una trompeta del Conservatorio pudo tocar algunas pocas notas. Así pudo cursar tres años y hasta tuvo su "momento de gloria" dijo. Al finalizar el tercer año, en el marco de la asignatura Conjunto Instrumental, los estudiantes de diferentes instrumentos hacían una presentación y nos dijo que fue grabada y que había sido subida a Youtube. Antes de comenzar su cuarto año de estudio, pierde notoriamente la audición y no puede continuar con la música y su querida trompeta. Por qué nos contó esta historia en ese último día de clase? Nos dijo que esa era la última clase en su vida como docente, pues su hipoacusia le impedía continuar, especialmente por el modo en que él lo hacía, ya que con preguntas iba avanzando a partir de las respuestas que los alumnos daban. Nos dijo que amaba la música y la docencia y que lamentablemente no podría continuar, y que lo que lo que más le importaba brindarnos, más allá de la experiencia del Mentoring, era el mensaje de que no dejemos de hacer lo que más quisiéramos en nuestras vidas. Que la vida le había dado dos oportunidades con la trompeta, a los 18 y casi a los 60 y que le hubiera encantado que hubiera sido por más tiempo, pero que estaba feliz de haberlo buscado y logrado. Terminó no solo él con lágrimas en los ojos y varios de nosotros nos acercamos a abrazarlo. Fue una experiencia única en mi vida universitaria. Algo del Mentoring suelo aplicar, pero lo más lindo e importante que me dejó y lo que más le agradezco, es lo que me regaló en esa última clase. Siempre lo recuerdo y creo que lo seguiré recordando. Eduardo Larriera 13 10 2020

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