lunes, 30 de agosto de 2021

DE LAS PSICOTERAPIAS Y EL COACHING HOY

De las Psicoterapias y los procesos de Coaching hoy De las innovaciones tecnológicas y el uso del espacio Por Eduardo Larriera Psicólogo, Terapeuta y CoachProfesional Senior Certificado Desde las almidonadas condiciones contextuales que enmarcaban el tratamiento psicoanalítico a principios del siglo pasado a la fecha, la creatividad de los profesionales de la salud ha brindado una gran cantidad de aportes innovadores sobre las formas de ayuda para superar el sufrimiento humano. Mis 40 años de experiencia profesional me permiten decir que, existe hoy una gran diversidad de teorías, metodologías y técnicas, sin embargo no todas han logrado una mejora efectiva en la evolución de los tratamientos terapéuticos. Si trazáramos una línea y colocáramos en un extremo el paradigma de la rigidez, considerado en su momento como un encuadre profesional muy serio, encontraríamos que éste estuvo marcado en su momento por psicoanalistas como el Dr. Meltzer, quien vestía siempre con el mismo traje, la misma camisa, la misma corbata, los mismos zapatos. Es de suponer que tendría varios conjuntos exactamente iguales. En su consulta había una puerta para el ingreso de sus pacientes y otra para la salida, de esta manera evitaba que sus pacientes se vieran entre sí. Este esquema, en realidad estaba más vinculado a características personales del propio Meltzer y a su modo singular de pensar en el proceso terapéutico, que a la calidad del mismo. Entre los representantes de la ortodoxia del psicoanálisis se lo ha tenido como un buen analista, y es probable que lo haya sido, aunque no para todo tipo de pacientes, sino para aquellos que necesitaban estas condiciones de trabajo con este perfil obsesivo. En el otro extremo, nos encontraríamos con personas que se autodenominan terapeutas y que no poseen ni las cualidades personales, ni los conocimientos, ni la experiencia mínima necesaria. En muchos casos, incursionan en este campo, personas que ni siquiera poseen título habilitado para ejercer la psicoterapia o el coaching. Personas incapaces de brindar una ayuda efectiva, como para permitir a los consultantes colocarse, pacientemente en posición de pacientes. Me parece importante que se sepa que esto existe, para que los consultantes puedan tomar las precauciones debidas al iniciar un proceso de ayuda de este tipo. Muchas veces ocurre que una persona permanece en una lucha interna durante meses, incluso años, antes de tomar la decisión de iniciar un tratamiento, y lo que menos necesitan es tener una mala experiencia, pues en muchos casos se pierde lo que puede ser la única oportunidad de acceder a un tratamiento. Con una mala experiencia, hay personas que quedan espantadas. Una mala experiencia puede causar al consultante que no quiera saber nunca más nada con la psicoterapia ni con el mismo Coaching. Condiciones básicas Si una persona que consulta por su malestar, o por su dolencia producto de una enfermedad psicofísica, o un sufrimiento de cualquier índole, provocado por ejemplo por dificultades en su relación con miembros de su propia familia, o en su trabajo, o en cualquier otro ámbito, esa persona necesita experimentar que es escuchada por el supuesto terapeuta, necesita sentir que es claramente comprendida en lo que le ocurre, y necesita experimentar en cada sesión, en cada encuentro, que lo que se le dice le es útil, que le sirve para vivir mejor. Necesita también que se le ayude a comprender mejor sus circunstancias y que ello dé lugar a un proceso de reflexión y se le facilite el logro de un estado emocional de mayor calma, que le permita verse a sí misma y comprender lo que le ocurre en el marco de sus circunstancias, y poder entonces crear nuevas formas de afrontar su sufrimiento para resolverlo o, por lo menos para minimizarlo. Si el terapeuta no logra entonces que el consultante se convierta en paciente, ese tratamiento estará condenado al fracaso porque el proceso descrito no podrá tener lugar. La “industria de la psicoterapia” Si una persona que sufre por algún motivo, un día decide hacer una psicoterapia, dicha psicoterapia debe servirle para vivir mejor. Y si esta condición básica, que es lo que le da sentido al esfuerzo no se cumple, dicha psicoterapia no servirá para nada. Y también en este campo, un día nació la “industria de la psicoterapia”, que se incubó en varios países y dio lugar a la proliferación de tratamientos excesivamente prolongados en el tiempo, y que no sirvieron para observar una buena relación entre el esfuerzo realizado y una mejor calidad de vida del paciente. Esta práctica se llevó a cabo durante décadas. Recientemente las crisis económicas, más que el sentido común, condicionaron modificaciones sustantivas. Hoy es prácticamente imposible que alguien pueda disponer del tiempo y del dinero como para sostener un proceso analítico de tres, cuatro o cinco sesiones semanales. Todo ello es más irreal aún, si pensamos que dicho proceso debe prolongarse a lo largo de 7 años o mucho más. En este contexto de “tilinguería”*, los propios pacientes evaluaron su tratamiento en función de la cantidad de años, o de lo que habían aprendido de psicoanálisis, más que de una mejora efectiva en su salud y en su bienestar. Las cosas han evolucionado, pero también es cierto que en la diversidad de ofertas, no todo ha sido para mejor. Se nos vende la idea de que todo lo nuevo es mejor y en realidad no es necesariamente así; no todo lo nuevo, simplemente por serlo, es mejor. Hoy en día el marketing se ocupa de que tomemos determinadas afirmaciones como válidas y si no estamos mínimamente atentos, comenzamos a creer en todo lo que se nos dice sin pasarlo por el filtro de nuestro propio criterio, de nuestra propia capacidad para darnos cuenta. *Término acuñado por el escritor argentino Arturo Jaureche para referirse a un estado de subversión de valores, a partir del cual la superficialidad, las modas, marcan lo que “es bueno”, “lo que se debe hacer”, en detrimento de lo auténtico y lo verdadero. Un trabajo terapéutico efectivo Entonces, veamos por qué decimos que las cosas han evolucionado, refiriéndonos al campo de las psicoterapias o procesos de ayuda en la necesidad de superar el sufrimiento humano. A lo largo de los últimos cien años han aparecido muchas escuelas de pensamiento y acción, que han culminado en la creación de diversas prácticas de la Psicoterapia y más recientemente el Coaching. Muchas de estas diversas maneras de concebir el hecho humano, de pensarlo y de actuar en forma concreta con los consultantes para ayudarles, han producido notorias mejoras en el proceso terapéutico en sí tanto como en los resultados, que es, en última instancia, lo más importante. A propósito, digamos también que la calidad del proceso terapéutico determinará en gran medida la calidad de los resultados. Entre los condicionantes del proceso terapéutico, hay uno que merece un lugar destacado: la calidad del proceso de interacción entre consultante y terapeuta. Como valor en este sentido quiero mencionar la importancia de que el terapeuta se involucre como persona en el proceso. No se trata de que le cuente su problemática personal al paciente, simplemente que no se oculte detrás de la “máscara” de la supuesta neutralidad, e instrumente con profesionalidad toda la información que surge de la resonancia que pueda tener en él mismo el relato de su paciente. Ello humaniza la relación entre paciente y terapeuta y facilita el trabajo de buceo interior por parte del primero, al experimentar la mayor proximidad humana con el profesional que está abocado a la tarea de ayudarle. Hice mención a la aparición de nuevas escuelas de pensamiento sobre el proceso terapéutico y es necesario mencionar prácticas en las que los terapeutas trabajan sin máscara, pues en la misma fundamentación teórica está planteada la importancia de hacerlo así. Más allá de los aspectos técnicos y metodológicos de estas diversas escuelas, de lo que se trata es de trabajar desde una posición de autenticidad, y no desde la impostación de un rol de terapeuta supuestamente neutral. En nuestras relaciones puede haber simpatía, antipatía o empatía. Es necesario que el vínculo sea empático, que el consultante experimente una clara sensación de comodidad, que pueda sentirse con toda la libertad de hablar de lo que desee, sin inhibición, sin vergüenza, sin censura. Ello, o se desplegará naturalmente o no aparecerá por más que se quiera forzar, y en este caso, esa relación terapéutica no tendrá futuro. Quizás, de los condicionantes para que una terapia logre buenos resultados, éste sea el más importante. Si esta condición está presente en la relación interpersonal, no será tan importante si la línea de trabajo seguida por el terapeuta está más alineada con el Psicoanálisis, con la Gestalt, con el Psicodrama, o un abordaje más apoyado en una línea Cognitiva, o el aporte de la Escuela Sistémica, o el de las Constelaciones Familiares, o incluso en un proceso de Coaching de tipo Mayéutico. Así como al comienzo he mencionado a Meltzer, es bueno decir que el mismo “padre” del psicoanálisis, el propio Freud, no trabajaba para nada con un encuadre rígido de las características que empleaba Meltzer. Freud, creador del dispositivo del diván, relata en sus obras, cómo ha mantenido sesiones con pacientes caminando por los parques de Viena. Jacob Levy Moreno, creador del Psicodrama y la Terapia de Grupo, trabajaba totalmente involucrado en la trama intelectual y emocional que desplegaban sus pacientes. No solo él, sino sus Yo Auxiliares y el mismo público, en aquellos casos en que trabajó con sesiones públicas, en lugares como el Canergie Hall de New York. Uno de los profesionales más creativos y osados que continúa aportando gran valor a la práctica de nuestra profesión es el Dr. Alejandro Jodorowsky, que luego de una extensa e importante experiencia profesional, crea el concepto de Metagenealogía y enriquece notablemente la visión y comprensión para un mejor desempeño de nuestra práctica. Las Constelaciones Familiares tiene puntos muy próximos al Psicodrama y es fundamental la involucración del terapeuta, tanto como la de las y los colaboradores en el desarrollo de las escenas de los pacientes. Lo que podemos observar como elemento común por parte de estos grandes maestros mencionados, entre muchos otros que podríamos nombrar, es el “desalmidonamiento”, si se me permite la expresión. Aún en los procesos de Coaching Personal, son completamente diferentes los resultados y el tiempo del proceso, cuando se trabaja con o sin almidón. Además de las consideraciones hechas sobre el almidón y la máscara, hay otros dos elementos que condicionan el trabajo posible de ayuda al consultante. Ellos son el tiempo y el espacio. Son variables obligadas que intervienen de un modo determinante, según sea el tipo de formación y la línea de trabajo del terapeuta. El Coaching, ya desde su lanzamiento partió con un encuadre mucho más flexible. El establecimiento de los tiempos de trabajo en cada sesión, tanto como el intervalo entre las mismas, es mucho más flexible, lo que facilita entre otras cosas, la no interrupción del proceso. También ocurre esto con el uso del espacio. Esta flexibilidad ayuda a que las sesiones puedan tener lugar en espacios variados, siempre y cuando se cumplan las condiciones necesarias de privacidad y comodidad. Tiempo Hay personas que no logran hacerse tiempo para atenderse a sí mismas, del mismo modo en que sí lo harían en el caso de que padezcan de un dolor de muelas. En este caso van inmediatamente al dentista. Y si no lo hacen inmediatamente, lo harán en cuanto los analgésicos ya no tengan efecto. El sufrimiento “del alma” y su tratamiento en cambio, se prolonga, en general por mucho más tiempo que un dolor de muelas, incluso, a veces a lo largo de toda la vida, sin tomar en consideración en muchos casos, las consecuencias nocivas que tiene también para quienes le rodean. El núcleo más importante es la familia y especialmente la descendencia, que hará inevitablemente un aprendizaje de lo que ve en sus progenitores: cómo resuelven ellos los problemas, cómo se los ve en el día a día, si felices, o tristes, o preocupados, o tensos, etc., observarán también cómo ellos resuelven las situaciones de desacuerdos, los conflictos, si hay gritos, buenos o malos modales, ternura, etc. Todo ello jugará un papel primordial en la formación de la personalidad de los niños. Es por ello que en todo tratamiento terapéutico, es responsabilidad del terapeuta ayudar al paciente en su evolución, observando siempre también las posibles consecuencias que su padecimiento y su particular forma de convivir con su sufrimiento, tendrá en los miembros más vulnerables del grupo familiar, que son siempre los niños. En realidad no se trata tanto de que tengamos o no tengamos tiempo para hacer una consulta en busca de asistencia. La pregunta que deberíamos hacernos, frente a la escucha de la propia afirmación de “no tengo tiempo”, es “¿Por qué no logro hacerme el tiempo?”. Seguramente una razón es que uno no logra hacerse tiempo para hacer algo a lo que uno no le encuentra sentido. Otra puede ser que no sea fácil tampoco embarcarse en un proceso sobre el cual no se le da a uno la seguridad absoluta de que le permitirá superar el sufrimiento. Igual ocurre en tantos tratamientos médicos, en los que el médico puede aseverar lo que paciente no tiene, más que lo que sí tiene, y en consecuencia no puede dar una seguridad absoluta de cómo evolucionará su dolencia. Pero por alguna razón, a la medicina se le perdona esto con más facilidad que al tratamiento de los problemas del alma. Luego hay una serie de circunstancias que tampoco ayudan: los horarios y viajes de trabajo, los requerimientos de la familia, actividades de formación y desarrollo profesional, cursos, seminarios, etc. Espacio Como dijimos al principio, con un esquema rígido al estilo de Meltzer, las cosas son más complicadas, tanto para resolver cuestiones simples como un cambio de horario por algún imprevisto, como eventualmente un posible cambio de lugar. Las sesiones debían ser en su consulta y no en otro lugar y ya dijimos algo sobre las características del mismo. Lo cierto es que hay personas que sufren, que no están ingresadas en institución alguna, sino que están en su casa. A veces, son personas que se encuentran con algún desvalimiento tal que les impide moverse, trasladarse. Ello puede ser por un estado depresivo, o estados esquizoides agudos, o por una fobia (temores, miedos específicos o inespecíficos), o que atraviesan una situación traumática; por ejemplo después de un accidente o una intervención quirúrgica, y no pueden moverse en el período de rehabilitación, o por pérdida de un ser querido y no salen a la calle sobrepasadas por el dolor, o situaciones de extrema obesidad, anorexia, bulimia, etc. Entre las situaciones mencionadas, hay algunas en las que es necesario trabajar incluso con el grupo familiar, ayudándoles a que se conviertan en aliados terapéuticos y no es posible, con frecuencia, reunirlos a todos en la consulta. También están las personas que dijimos antes, que no pueden ir a la consulta porque deben viajar. Es el caso de empresarios y directivos de empresas, políticos, etc. que se ven en la necesidad de interrumpir el proceso terapéutico o de coaching, debiendo faltar a una, dos o más sesiones. Para poder dar respuesta a estas situaciones que hemos mencionado tan solo a título ilustrativo, ofrecemos hoy alternativas que ayudan efectivamente en la búsqueda de una solución. Flexibilidad del Encuadre Que Meltzer nos comprenda. Desde hace tiempo me encuentro trabajando, en muchos casos, en el domicilio del Consultante. Tal como hemos dicho, a veces conversando con él a solas, habiendo creado previamente las condiciones de privacidad necesarias, en este caso en el propio domicilio, y en otros casos, trabajando también con aquellos miembros del grupo familiar, que podrán tomar algunos roles específicos en el proceso de ayuda del paciente. Ello es muy importante para ayudar a comprender la razón del estado de la persona afectada, haciendo preguntas para ayudar a la reflexión y a darse cuenta de las causas de ciertas conductas o actitudes del paciente; otras veces, haciendo sugerencias concretas e indicando los pro y los contra de llevar a cabo determinadas acciones, y finalmente, indicando de un modo preciso lo que hay que hacer y lo que hay que evitar. La otra innovación que me viene dando muy buenos resultados, es el desarrollo de sesiones mediante el uso de los sistemas de videoconferencia tales como el Skype, o el Zoom, entre otros. Esta alternativa la empleo en muchos casos en que el paciente no quiere o no puede concurrir a la consulta. También en horarios que acomodamos a cada circunstancia, en el caso de pacientes que deben viajar a ciudades con cambios en los husos horarios. Mi experiencia He vivido la mayor parte de mi vida en Buenos Aires Argentina, además de trabajar en varios otros países de América y de Europa, y en Madrid, España, en un extenso período de poco más de 10 años. Al comienzo de mi experiencia profesional tuve un diván en mi consulta, pues la formación fuertemente psicoanalítica recibida en la universidad me condicionaba en aquellos años a ello. En algún momento, comencé a percibir que a la palabra, dicha en el contexto del dispositivo del diván, le era necesario incorporar una práctica que diera lugar a la manifestación de las emociones en el plano de la acción, pues sólo con la palabra no alcanzaba para que se produjera el click necesario para “darse cuenta”. Me acerqué entonces a la Gestalt y descubrí cómo esa manifestación de la emoción en acto, podía tener lugar en un ejercicio con un almohadón. Esto daba lugar a una conversación imaginaria con la persona hacia la que se experimentaba una fuerte inhibición, temor, o agresividad, ayudándole a que lograra la catarsis que le facilitaría el acceso a la comprensión necesaria para afrontar las mencionadas trabas. Pude ver entonces, cómo el facilitar la descarga de la agresividad, de un modo simbólico, en la persona representada por el almohadón, (agresividad muchas veces contenida durante mucho tiempo), llevaba a un estado emocional de mayor serenidad, que facilitaba el reconocimiento, o el descubrimiento de nudos internos que impedían vivir mejor: con mayor soltura, mayor alegría, más libertad interior, mayor espontaneidad, mejor sentido del humor, mejor posibilidad de escuchar y expresarse, es decir, mejor posibilidad de comunicarse con los otros, superar inhibiciones, trabas, liberar la inteligencia, la creatividad; como dijimos, llegar a vivir mejor, a partir de facilitar la eclosión de la emocionalidad en el propio acto terapéutico. Posteriormente, hice una experiencia que para mí fue muy importante en el Instituto de Psicodrama Jacob Levy Moreno, donde me gradué como Director de Psicodrama. Fueron 10 años, en los cuáles tuve a mi cargo, además de pacientes, una enriquecedora labor docente. Encontré en ese período un encuadre teórico y metodológico muy sólido que permitió ampliar mi comprensión sobre los procesos vinculares, sobre la importancia que tiene para un paciente, vivenciar, en lugar de simplemente escuchar. Con vivenciar me refiero a darme cuenta y poder incorporar en mi campo de conciencia lo que nos ocurre, no sólo desde el cuello hacia arriba, sino en todo el cuerpo, ya que éste guarda memorias que están en el mismo cuerpo, no sólo en la cabeza. Esta distinción nos permite apreciar la diferencia entre el entender y el comprender algo. Se trata entonces de vivenciar, por ejemplo, lo que experimenta mi interlocutor cuando le hablo a través de una de las técnicas propias del Psicodrama, como es la inversión de roles, que permite comprender lo que el otro siente frente a mí, simplemente colocándome en su lugar. Lo que me resultaba muy claro es que lo que J. L. Moreno llamaba la catarsis de integración, (acto mediante el cual el paciente logra una comprensión clara y profunda), ya que la palabra es portadora de emoción en el acto psicodramático mismo, logrando así la expresión de la emoción. Esa descarga emocional que es producida en el acto psicodramático y que es contenida en la palabra en el mismo acto, es la que va produciendo el proceso de reparación interna, por algunos llamada sanación. Digo “va produciendo” en vez de “produce”, pues quiero enfatizar la idea de la terapia como un proceso; algo que va ocurriendo en el tiempo. El gerundio es el tiempo verbal que nos permite expresar esta idea, de lo que va ocurriendo, en lugar de algo puntual y mágico que ocurre en un momento. Aunque debemos decir también que en un proceso habrá una sucesión de momentos que son los que terminarán conformando el proceso del que hablamos. Luego participé de varias experiencias de desarrollo personal y profesional que fueron dándome una visión más ecléctica de mi trabajo de terapeuta. En aquel tiempo ya, comencé a desarrollar de un modo innovador, recursos metodológicos y técnicos enmarcados dentro de los aportes teóricos que han sido rectores en mi desarrollo profesional. Gran parte de tales técnicas las he adaptado, con muy buenos resultados, al trabajo terapéutico con el uso de las nuevas tecnologías que desarrollo hoy. Muchas de ellas consisten en propuestas metafóricas, cuentos con mensaje y ejercicios que ayudan a lograr una más amplia y profunda comprensión, desde lo intelectual y emocional, de lo que le ocurre y lo que necesita hacer el paciente, de modo que pueda imaginar instancias superadoras de las causas de su sufrimiento. La Psicoterapia, el Coaching y las nuevas tecnologías Hoy vivimos inmersos en un contexto social, económico y cultural en el que tenemos la sensación de que los tiempos se han acelerado. Todo es rápido y hasta pareciera que estuviese bien que las cosas sean así. Con frecuencia, sin darnos cuenta vivimos apurados, corriendo de un lugar a otro, siempre con el temor de no llegar a tiempo, de perder oportunidades, sin darnos cuenta de que cuando hacemos las cosas con apuro, ese tiempo del apuro, es un tiempo no higiénico. Por ello los errores, los olvidos, etc. Cuando un paciente llega a la consulta proviene de un escenario mental diferente al de su trabajo conmigo. Viene de la calle, o de su trabajo, o de su casa, o de cualquier situación que lo ha comprometido emocionalmente. Muchas veces, quiere comenzar a trabajar rápidamente en las situaciones que desea tratar en la sesión, y pretende pasar de inmediato del escenario mental del que proviene al de la sesión terapéutica, y con frecuencia le cuesta entender que pasar de un escenario mental a otro diferente no puede hacerse con inmediatez. Debe tener lugar un proceso emocional e intelectual que vaya abriendo el paso de la situación de la que proviene a la que desea analizar. Cuando un consultante ya está instalado en un proceso terapéutico, pasa por diferentes momentos. Por ello insisto en la idea de la terapia como un proceso. Hay momentos de entusiasmo y también momentos resistenciales, difíciles de transitar. Cuando se está en un momento de entusiasmo, el tiempo de paso de una escena a otra puede ser más rápido, en cambio en los tiempos resistenciales, el paso se lentifica. Lo que hay que poder comprender es que estas son las características naturales de este proceso y no hay mucho que podamos hacer para acelerar los tiempos. De ahí la idea transmitida al comienzo del artículo, en la que me referí a la diferencia entre un consultante y un paciente. Instalarse como paciente requiere ir desarrollando en sí mismo la condición de paciencia para tolerar los tiempos del cambio. No se trata de ser una persona paciente, se trata de estar con posibilidad de mirar hacia dentro de uno mismo y nutrirse con la escucha de lo que el terapeuta tiene para mostrarle. Una cosa es ser o no ser paciente y otra muy distinta es estar paciente, o lograr estarlo en los momentos que ello es necesario. Estas consideraciones acerca de la paciencia y de la inmediatez, no son privativas de las situaciones terapéuticas o del coaching. Son válidas para todas nuestras relaciones con personas, sean éstas muy próximas, como los miembros de la propia familia, como para cualquier otra relación. Lo cierto es que el entorno en el que nos movemos nos fuerza a que las relaciones humanas en general estén fuertemente condicionadas por la inmediatez, y percibimos internamente la tensión que nos causa el imaginarnos que el tiempo no nos alcanza, que no vamos a llegar, que no tenemos tiempo para... Las nuevas tecnologías, la computadora equipada con cámara y micrófono, brindan hoy la posibilidad de acceder mejor a situaciones en las que podemos ahorrar tiempo de desplazamiento y superar los inconvenientes habituales de traslado. Ya nos hemos referido antes a las circunstancias de viajes de realización obligatoria, que interfieren en la continuidad de un proceso terapéutico o de Coaching. Las nuevas tecnologías de comunicación nos ofrecen la posibilidad de darle continuidad al proceso, evitando interrupciones. Finalmente Nos encontramos con una situación en la que vemos que es cómodo poder emplear la computadora, para ayudar al acercamiento de las personas y sortear dificultades, empleando recursos técnicos que, bien usados, también facilitan la eclosión de la emocionalidad. A quienes sientan la necesidad de contar con una ayuda terapéutica, o de un proceso de Coaching, me permito animarles a que experimenten con estos recursos innovadores, en los que he podido ver claramente su aporte de valor. En el devenir de mis años de estudio y experiencia, estoy convencido de que lo más importante en esta profesión, es experimentar internamente el deseo de contribuir a aliviar el sufrimiento humano. Como ya hemos visto, el grado de desarrollo personal y profesional alcanzado, la experiencia, y la actitud del terapeuta, serán determinantes, así como su forma singular de ejercer el acto terapéutico, aún cuando ésta puede ser variada. Los conflictos, ya sean internos o externos, del mismo modo pueden agobiarnos como impulsarnos a abrir nuestra mente y nuestro corazón. En el segundo caso, ayudarán a descubrir oportunidades que no percibimos fácilmente, pues su ocultamiento, forma parte del modo en que formulamos el mismo conflicto. Invito entonces a las personas que sufren y tienen algún tipo de dificultad para asistir a la consulta, que experimenten tanto en sí mismos, como en el grupo familiar, estos servicios de atención psicológica en su propio domicilio, en cualquiera de las dos variantes descritas. Así mismo, invito a que todos los profesionales de la salud busquemos nuevas maneras y posibles modificaciones que aporten valor, se adapten y ayuden más a los pacientes de hoy en día, más allá de estas dos modalidades descriptas. Con ello estaremos contribuyendo a la salud psicofísica y social, facilitando el acceso a estados de bienestar, tanto en nosotros mismos como en las personas a las que amamos y que nos rodean. Teléfono: 54 9 11 3069 4455 Correo electrónico: elarriera@gmail.com Página web: www.coachingmayeutico.com Blog: http//eduardolarriera.blospot.com.ar 29 08 2021

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