sábado, 28 de agosto de 2021

CONVICCIONES, CORAJE E INCONSCIENCIA

Convicciones, Coraje e Inconsciencia Estábamos el grupo de amigos ex compañeros de la secundaria conversando. Hacía ya un tiempo que no nos reuníamos recordando anécdotas graciosas de la adolescencia como era habitual en cada encuentro. Pero ese día, a partir de un comentario que hace Pedro, uno de los muchachos, menciona una palabra que a Juancho le conecta con situaciones pretéritas de su vida y comienza a relatar un par de anécdotas que me resultaron curiosas e interesantes. Pedro nos contaba de un viaje que hizo al norte de España, Asturias y que había disfrutado mucho de una hermosa caminata que hizo por un desfiladero que parte de Santo Adriano de Tuñón, lugar en que se encuentra una antigua parroquia cuya construcción data del año 1110, que luego fue ampliada varias veces en siglos posteriores. Nos contaba que su construcción guarda un estilo prerrománico, etc. Juancho, otro de nuestros compañeros, sintió que la palabra Tuñón obrió en él como un disparador que le llevó a activar memorias de tiempos jóvenes de su vida, que no tenían nada que ver con la iglesia de San Adriano de Tuñón, pero que le activó un recuerdo de algo que sintió ganas de compartir con nosotros. Nos dijo que se trataba de una anécdota que hablaba de él; de cierto modo de moverse en el mundo en aquella época de su vida en la que esa historia tuvo lugar. Valen las asociaciones entonces; Tuñón resultó ser el apellido del Secretario Gremial del Sindicato del Seguro en la época en que Juancho se desempeñaba como Gerente de Personal. Nos decía Juancho que la anécdota tiene que ver con el coraje necesario para asumir los riesgos que implica tomar una decisión. Luego de un breve silencio, como si hablara consigo mismo manifestó: coraje o inconsciencia?. Dijo que pensaba que esto de asumir riesgos es algo que nos cuesta porque es como desafiar a los demonios, que hemos sido "educados para el no coraje, para no tomar riesgos": "no te metas, no des la cara, deja que hablen otros, cuídate, etc." El relato de la situación es el siguiente: se trataba de la primera reunión que tendría Juancho, en su rol de Gerente de Personal con el Sindicato. Llegan a su despacho entonces Tuñón y un "Guarda espalda", tipo "pata de plomo", hombre alto, corpulento y con un gesto en su cara y mirada de malo. Juancho les invita a sentarse. Tuñón se sienta y el otro no, se queda de pié detrás de Tuñón, recostado en un mueble y clavaba sus ojos en Juancho con una mirada intimidatoria. A poco de iniciar la conversación, decía Tuñón que, entre diversos planteos que el Sindicato venía haciendo a la empresa sin tener respuestas satisfactorias, había uno que no podía esperar más, que se trataba de hacer una revisión de las remuneraciones de los compañeros. Que con la empresa las cosas estaban muy mal y esto venía ocurriendo desde hacía ya mucho tiempo. Que si no se les daba una respuesta satisfactoria y urgente, decía Tuñón, sacarían a la gente al patio, harían una asamblea y pararían la empresa. La locación de la empresa era en un edificio antiguo estilo Petit Hotel y el "Patio" era el espacio al que antiguamente entraban los carruajes, lugar que en ese tiempo era utilizado como pequeña playa de estacionamiento para los coches de los cuatro o cinco capos. Frente a ese planteo a Juancho no se le ocurre mejor idea que decirles que el circo intimidatorio que le estaban montando no le inquietaba, pues se trataba de algo conocido por él, ya que unos años antes él había estado "del otro lado del mostrador". Les dijo que había sido Secretario de Organización y Cultura del Sindicato de un gremio y que si querían, fueran a tal dirección, que estaba a pocas cuadras, en la avenida Callao, preguntaran por él y que les podrían informar quien era. Y agregó que con esto les estaba poniendo en sus manos una información que el Director Ejecutivo no tenía, con lo cual ellos podrían hacer lo que quisieran y que luego, seguramente tendrían que conversar con algún otro tipo en lugar de con él. Les dijo que les proponía que ellos le plantearan lo que necesitaran para que sus afiliados los quisieran y él les diría lo que a su entender sería factible hacer y lo que no, pero que ellos podrían sacar a la gente "al patio" todas las veces que quisieran si les parecía el mejor camino. Luego de esto el "pata de plomo" se sentó, la conversación continuó muy amablemente y durante los años que estuvo Juancho allí lograron varios acuerdos y tuvieron siempre una relación muy cordial. En ese período nunca sacaron a la gente "al patio". Nos decía Juancho que él estaba muy consciente del riesgo que tomaba al compartir con Tuñón esa información de sus antecedentes como gremialista, ya que en esa perversa empresa podría haber salido todo mal. Pero salió bien. Me gustó y me resultó interesante la anécdota de Juacho. Fue una reunión de compañeros de la secundaria diferente y recuerdo esta historia porque me llevó a reflexionar y darme cuenta de los diferentes modos en que podemos usar la cuota de poder con que contamos. También pensé mucho sobre la diferencia entre el coraje y la inconsciencia, pues ambas nos pueden llevar a tomar decisiones con diferentes consecuencias. En algún pasaje de su relato Juancho nos dijo que el coraje nos permite analizar y medir los riesgos que tomamos y la inconsciencia en cambio, nos puede llevar a pasar a la acción impulsivamente y caer en situaciones de riesgo no calculado. Recordando y repasando una y otra vez la narración de lo ocurrido, la verdad es que no me doy cuenta si en el caso de Juancho hubo más de coraje? o de inconsciencia?. Él disfrutaba al avanzar en el relato. Mostraba y reconocía que en este modo de encarar y resolver esta y otras situaciones de su vida encontraba un hilo conductor que le producía satisfacción. pregunta que nos hacíamos al escucharlo era, cómo podía jugar con estas antípodas, hacerlo de un modo original y ver que hasta le producía placer?. Evidentemente su proceso asociativo esa noche lo llevó a caminar por otros tramos de su vida profesional y nos contó que en una época anterior había trabajado durante varios años para una empresa automotriz. Había sido Capacitador y Consultor en el área de Manufactura. Mantenía reuniones, coordinaba cursos y talleres, realizaba sesiones de consultoría con todos los niveles de la planta industrial, desde el Director de Fábrica, los Gerentes, los Superintendentes, Encargados, Capataces y Operarios. Evidentemente Juancho no es una persona simple, más bien diría que es un tipo complejo. Compartió con nosotros algunas preguntas que se hacía a sí mismo en aquella época. Se preguntaba por ejemplo, para qué lo contrataban sus empresas clientes?. Supuestamente para lograr mejoras en la productividad; y qué hacía él?, decía con emoción y cierto orgullo que para él en ese tiempo sentía que había logrado el "sueño del pibe". Le pagaban para que él pudiera ayudar a la gente a ampliar su visión, consecuentemente estar mejor, sentirse bien, atender su salud y la de sus familias, armar sus proyectos vitales, cuidarse a sí mismo y a los suyos. Nos decía que su convicción era y seguía siendo, que lo que es bueno para cada una de las personas también terminará siendo bueno para las empresas, ya que partía de la premisa de que las Organizaciones siempre funcionan mejor si la gente se siente bien. Decía que esto era lo que le daba sentido a su trabajo. Relató, entre otras cosas, una escena de un día en que iba caminando por un largo pasillo en la zona de oficinas y ve que a lo lejos venía un Operario. Al acercarse podía reconocerlo como alguien con quien alguna vez había estado en contacto. Cuando ya estaban por cruzarse, el Operario le dice: "vos sos Juancho, no?; sí le respondió él. Siempre me acuerdo de algo que nos dijiste y me quedó marcado: "El cuerpo siempre avisa y nunca miente". Nos contaba con un sentimiento de satisfacción que la empresa automotriz le pagaba para que él pudiera trabajar sobre estos temas de la vida, de la salud, la prevención, en fin, ayudando a que la gente se cuidara, ganara protagonismo en sus vidas y se sintiera bien. Sentía que era legítimo hacer lo que hacía y aún cuando reconocía cierta veta transgresora, nos decía que para él era importante tener claro en qué punto estaban los límites que le marcaban si lo que hacía estaba reñido o no con sus propios valores y cuando se trataba de hacer las cosas de un modo diferente y mejor de lo rutinariamente establecido. Agregó que siempre para poder hacer contribuciones creativas hay que poder desafiar y transgredir cierto orden establecido. Qué tipo!, esta faceta no se la conocíamos. Pero luego, ya en otro momento, fuera de la reunión de amigos, haciendo una mirada retrospectiva yo podía reconocer que algo de esto había sido una constante en su vida. Decía Juancho que este recuerdo le surgió espontánea y curiosamente en este encuentro por el disparador de la palabra Tuñón, que lo conectó con la primera anécdota relatada y luego tuvo asociaciones que lo llevaron por otros caminos placenteros de su experiencia, que han formado parte de su vida y que lo conectan con cosas que pudo hacer con gran satisfacción. Recuerdo este encuentro de amigos como uno diferente a los que habían sido otros anteriores, en los que los temas de conversación giraban de un modo predominante sobre los recuerdos de las travesuras realizadas en nuestra adolescente vida de estudiantes de la secundaria. En este caso Juancho puso "sus tripas" en estos relatos vívidos de su experiencia de vida profesional y compartió con nosotros las huellas que fue dejando en su camino por el mundo del trabajo y las que su trayectoria había dejado en él. Eduardo Larriera 28 10 2020

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