lunes, 30 de agosto de 2021
DE LAS PSICOTERAPIAS Y EL COACHING HOY
De las Psicoterapias y los procesos de Coaching hoy
De las innovaciones tecnológicas y el uso del espacio
Por Eduardo Larriera
Psicólogo, Terapeuta y CoachProfesional Senior Certificado
Desde las almidonadas condiciones contextuales que enmarcaban el tratamiento psicoanalítico a principios del siglo pasado a la fecha, la creatividad de los profesionales de la salud ha brindado una gran cantidad de aportes innovadores sobre las formas de ayuda para superar el sufrimiento humano.
Mis 40 años de experiencia profesional me permiten decir que, existe hoy una gran diversidad de teorías, metodologías y técnicas, sin embargo no todas han logrado una mejora efectiva en la evolución de los tratamientos terapéuticos.
Si trazáramos una línea y colocáramos en un extremo el paradigma de la rigidez, considerado en su momento como un encuadre profesional muy serio, encontraríamos que éste estuvo marcado en su momento por psicoanalistas como el Dr. Meltzer, quien vestía siempre con el mismo traje, la misma camisa, la misma corbata, los mismos zapatos. Es de suponer que tendría varios conjuntos exactamente iguales.
En su consulta había una puerta para el ingreso de sus pacientes y otra para la salida, de esta manera evitaba que sus pacientes se vieran entre sí.
Este esquema, en realidad estaba más vinculado a características personales del propio Meltzer y a su modo singular de pensar en el proceso terapéutico, que a la calidad del mismo.
Entre los representantes de la ortodoxia del psicoanálisis se lo ha tenido como un buen analista, y es probable que lo haya sido, aunque no para todo tipo de pacientes, sino para aquellos que necesitaban estas condiciones de trabajo con este perfil obsesivo.
En el otro extremo, nos encontraríamos con personas que se autodenominan terapeutas y que no poseen ni las cualidades personales, ni los conocimientos, ni la experiencia mínima necesaria.
En muchos casos, incursionan en este campo, personas que ni siquiera poseen título habilitado para ejercer la psicoterapia o el coaching. Personas incapaces de brindar una ayuda efectiva, como para permitir a los consultantes colocarse, pacientemente en posición de pacientes.
Me parece importante que se sepa que esto existe, para que los consultantes puedan tomar las precauciones debidas al iniciar un proceso de ayuda de este tipo.
Muchas veces ocurre que una persona permanece en una lucha interna durante meses, incluso años, antes de tomar la decisión de iniciar un tratamiento, y lo que menos necesitan es tener una mala experiencia, pues en muchos casos se pierde lo que puede ser la única oportunidad de acceder a un tratamiento.
Con una mala experiencia, hay personas que quedan espantadas. Una mala experiencia puede causar al consultante que no quiera saber nunca más nada con la psicoterapia ni con el mismo Coaching.
Condiciones básicas
Si una persona que consulta por su malestar, o por su dolencia producto de una enfermedad psicofísica, o un sufrimiento de cualquier índole, provocado por ejemplo por dificultades en su relación con miembros de su propia familia, o en su trabajo, o en cualquier otro ámbito, esa persona necesita experimentar que es escuchada por el supuesto terapeuta, necesita sentir que es claramente comprendida en lo que le ocurre, y necesita experimentar en cada sesión, en cada encuentro, que lo que se le dice le es útil, que le sirve para vivir mejor.
Necesita también que se le ayude a comprender mejor sus circunstancias y que ello dé lugar a un proceso de reflexión y se le facilite el logro de un estado emocional de mayor calma, que le permita verse a sí misma y comprender lo que le ocurre en el marco de sus circunstancias, y poder entonces crear nuevas formas de afrontar su sufrimiento para resolverlo o, por lo menos para minimizarlo.
Si el terapeuta no logra entonces que el consultante se convierta en paciente, ese tratamiento estará condenado al fracaso porque el proceso descrito no podrá tener lugar.
La “industria de la psicoterapia”
Si una persona que sufre por algún motivo, un día decide hacer una psicoterapia, dicha psicoterapia debe servirle para vivir mejor. Y si esta condición básica, que es lo que le da sentido al esfuerzo no se cumple, dicha psicoterapia no servirá para nada.
Y también en este campo, un día nació la “industria de la psicoterapia”, que se incubó en varios países y dio lugar a la proliferación de tratamientos excesivamente prolongados en el tiempo, y que no sirvieron para observar una buena relación entre el esfuerzo realizado y una mejor calidad de vida del paciente.
Esta práctica se llevó a cabo durante décadas. Recientemente las crisis económicas, más que el sentido común, condicionaron modificaciones sustantivas.
Hoy es prácticamente imposible que alguien pueda disponer del tiempo y del dinero como para sostener un proceso analítico de tres, cuatro o cinco sesiones semanales. Todo ello es más irreal aún, si pensamos que dicho proceso debe prolongarse a lo largo de 7 años o mucho más.
En este contexto de “tilinguería”*, los propios pacientes evaluaron su tratamiento en función de la cantidad de años, o de lo que habían aprendido de psicoanálisis, más que de una mejora efectiva en su salud y en su bienestar.
Las cosas han evolucionado, pero también es cierto que en la diversidad de ofertas, no todo ha sido para mejor. Se nos vende la idea de que todo lo nuevo es mejor y en realidad no es necesariamente así; no todo lo nuevo, simplemente por serlo, es mejor.
Hoy en día el marketing se ocupa de que tomemos determinadas afirmaciones como válidas y si no estamos mínimamente atentos, comenzamos a creer en todo lo que se nos dice sin pasarlo por el filtro de nuestro propio criterio, de nuestra propia capacidad para darnos cuenta.
*Término acuñado por el escritor argentino Arturo Jaureche para referirse a un estado de subversión de valores, a partir del cual la superficialidad, las modas, marcan lo que “es bueno”, “lo que se debe hacer”, en detrimento de lo auténtico y lo verdadero.
Un trabajo terapéutico efectivo
Entonces, veamos por qué decimos que las cosas han evolucionado, refiriéndonos al campo de las psicoterapias o procesos de ayuda en la necesidad de superar el sufrimiento humano.
A lo largo de los últimos cien años han aparecido muchas escuelas de pensamiento y acción, que han culminado en la creación de diversas prácticas de la Psicoterapia y más recientemente el Coaching.
Muchas de estas diversas maneras de concebir el hecho humano, de pensarlo y de actuar en forma concreta con los consultantes para ayudarles, han producido notorias mejoras en el proceso terapéutico en sí tanto como en los resultados, que es, en última instancia, lo más importante.
A propósito, digamos también que la calidad del proceso terapéutico determinará en gran medida la calidad de los resultados.
Entre los condicionantes del proceso terapéutico, hay uno que merece un lugar destacado: la calidad del proceso de interacción entre consultante y terapeuta.
Como valor en este sentido quiero mencionar la importancia de que el terapeuta se involucre como persona en el proceso. No se trata de que le cuente su problemática personal al paciente, simplemente que no se oculte detrás de la “máscara” de la supuesta neutralidad, e instrumente con profesionalidad toda la información que surge de la resonancia que pueda tener en él mismo el relato de su paciente.
Ello humaniza la relación entre paciente y terapeuta y facilita el trabajo de buceo interior por parte del primero, al experimentar la mayor proximidad humana con el profesional que está abocado a la tarea de ayudarle.
Hice mención a la aparición de nuevas escuelas de pensamiento sobre el proceso terapéutico y es necesario mencionar prácticas en las que los terapeutas trabajan sin máscara, pues en la misma fundamentación teórica está planteada la importancia de hacerlo así.
Más allá de los aspectos técnicos y metodológicos de estas diversas escuelas, de lo que se trata es de trabajar desde una posición de autenticidad, y no desde la impostación de un rol de terapeuta supuestamente neutral.
En nuestras relaciones puede haber simpatía, antipatía o empatía. Es necesario que el vínculo sea empático, que el consultante experimente una clara sensación de comodidad, que pueda sentirse con toda la libertad de hablar de lo que desee, sin inhibición, sin vergüenza, sin censura.
Ello, o se desplegará naturalmente o no aparecerá por más que se quiera forzar, y en este caso, esa relación terapéutica no tendrá futuro. Quizás, de los condicionantes para que una terapia logre buenos resultados, éste sea el más importante.
Si esta condición está presente en la relación interpersonal, no será tan importante si la línea de trabajo seguida por el terapeuta está más alineada con el Psicoanálisis, con la Gestalt, con el Psicodrama, o un abordaje más apoyado en una línea Cognitiva, o el aporte de la Escuela Sistémica, o el de las Constelaciones Familiares, o incluso en un proceso de Coaching de tipo Mayéutico.
Así como al comienzo he mencionado a Meltzer, es bueno decir que el mismo “padre” del psicoanálisis, el propio Freud, no trabajaba para nada con un encuadre rígido de las características que empleaba Meltzer. Freud, creador del dispositivo del diván, relata en sus obras, cómo ha mantenido sesiones con pacientes caminando por los parques de Viena.
Jacob Levy Moreno, creador del Psicodrama y la Terapia de Grupo, trabajaba totalmente involucrado en la trama intelectual y emocional que desplegaban sus pacientes. No solo él, sino sus Yo Auxiliares y el mismo público, en aquellos casos en que trabajó con sesiones públicas, en lugares como el Canergie Hall de New York.
Uno de los profesionales más creativos y osados que continúa aportando gran valor a la práctica de nuestra profesión es el Dr. Alejandro Jodorowsky, que luego de una extensa e importante experiencia profesional, crea el concepto de Metagenealogía y enriquece notablemente la visión y comprensión para un mejor desempeño de nuestra práctica.
Las Constelaciones Familiares tiene puntos muy próximos al Psicodrama y es fundamental la involucración del terapeuta, tanto como la de las y los colaboradores en el desarrollo de las escenas de los pacientes.
Lo que podemos observar como elemento común por parte de estos grandes maestros mencionados, entre muchos otros que podríamos nombrar, es el “desalmidonamiento”, si se me permite la expresión.
Aún en los procesos de Coaching Personal, son completamente diferentes los resultados y el tiempo del proceso, cuando se trabaja con o sin almidón.
Además de las consideraciones hechas sobre el almidón y la máscara, hay otros dos elementos que condicionan el trabajo posible de ayuda al consultante. Ellos son el tiempo y el espacio. Son variables obligadas que intervienen de un modo determinante, según sea el tipo de formación y la línea de trabajo del terapeuta.
El Coaching, ya desde su lanzamiento partió con un encuadre mucho más flexible. El establecimiento de los tiempos de trabajo en cada sesión, tanto como el intervalo entre las mismas, es mucho más flexible, lo que facilita entre otras cosas, la no interrupción del proceso.
También ocurre esto con el uso del espacio. Esta flexibilidad ayuda a que las sesiones puedan tener lugar en espacios variados, siempre y cuando se cumplan las condiciones necesarias de privacidad y comodidad.
Tiempo
Hay personas que no logran hacerse tiempo para atenderse a sí mismas, del mismo modo en que sí lo harían en el caso de que padezcan de un dolor de muelas.
En este caso van inmediatamente al dentista. Y si no lo hacen inmediatamente, lo harán en cuanto los analgésicos ya no tengan efecto.
El sufrimiento “del alma” y su tratamiento en cambio, se prolonga, en general por mucho más tiempo que un dolor de muelas, incluso, a veces a lo largo de toda la vida, sin tomar en consideración en muchos casos, las consecuencias nocivas que tiene también para quienes le rodean.
El núcleo más importante es la familia y especialmente la descendencia, que hará inevitablemente un aprendizaje de lo que ve en sus progenitores: cómo resuelven ellos los problemas, cómo se los ve en el día a día, si felices, o tristes, o preocupados, o tensos, etc., observarán también cómo ellos resuelven las situaciones de desacuerdos, los conflictos, si hay gritos, buenos o malos modales, ternura, etc.
Todo ello jugará un papel primordial en la formación de la personalidad de los niños. Es por ello que en todo tratamiento terapéutico, es responsabilidad del terapeuta ayudar al paciente en su evolución, observando siempre también las posibles consecuencias que su padecimiento y su particular forma de convivir con su sufrimiento, tendrá en los miembros más vulnerables del grupo familiar, que son siempre los niños.
En realidad no se trata tanto de que tengamos o no tengamos tiempo para hacer una consulta en busca de asistencia. La pregunta que deberíamos hacernos, frente a la escucha de la propia afirmación de “no tengo tiempo”, es “¿Por qué no logro hacerme el tiempo?”.
Seguramente una razón es que uno no logra hacerse tiempo para hacer algo a lo que uno no le encuentra sentido.
Otra puede ser que no sea fácil tampoco embarcarse en un proceso sobre el cual no se le da a uno la seguridad absoluta de que le permitirá superar el sufrimiento.
Igual ocurre en tantos tratamientos médicos, en los que el médico puede aseverar lo que paciente no tiene, más que lo que sí tiene, y en consecuencia no puede dar una seguridad absoluta de cómo evolucionará su dolencia.
Pero por alguna razón, a la medicina se le perdona esto con más facilidad que al tratamiento de los problemas del alma.
Luego hay una serie de circunstancias que tampoco ayudan: los horarios y viajes de trabajo, los requerimientos de la familia, actividades de formación y desarrollo profesional, cursos, seminarios, etc.
Espacio
Como dijimos al principio, con un esquema rígido al estilo de Meltzer, las cosas son más complicadas, tanto para resolver cuestiones simples como un cambio de horario por algún imprevisto, como eventualmente un posible cambio de lugar. Las sesiones debían ser en su consulta y no en otro lugar y ya dijimos algo sobre las características del mismo.
Lo cierto es que hay personas que sufren, que no están ingresadas en institución alguna, sino que están en su casa.
A veces, son personas que se encuentran con algún desvalimiento tal que les impide moverse, trasladarse. Ello puede ser por un estado depresivo, o estados esquizoides agudos, o por una fobia (temores, miedos específicos o inespecíficos), o que atraviesan una situación traumática; por ejemplo después de un accidente o una intervención quirúrgica, y no pueden moverse en el período de rehabilitación, o por pérdida de un ser querido y no salen a la calle sobrepasadas por el dolor, o situaciones de extrema obesidad, anorexia, bulimia, etc.
Entre las situaciones mencionadas, hay algunas en las que es necesario trabajar incluso con el grupo familiar, ayudándoles a que se conviertan en aliados terapéuticos y no es posible, con frecuencia, reunirlos a todos en la consulta.
También están las personas que dijimos antes, que no pueden ir a la consulta porque deben viajar. Es el caso de empresarios y directivos de empresas, políticos, etc. que se ven en la necesidad de interrumpir el proceso terapéutico o de coaching, debiendo faltar a una, dos o más sesiones.
Para poder dar respuesta a estas situaciones que hemos mencionado tan solo a título ilustrativo, ofrecemos hoy alternativas que ayudan efectivamente en la búsqueda de una solución.
Flexibilidad del Encuadre
Que Meltzer nos comprenda.
Desde hace tiempo me encuentro trabajando, en muchos casos, en el domicilio del Consultante.
Tal como hemos dicho, a veces conversando con él a solas, habiendo creado previamente las condiciones de privacidad necesarias, en este caso en el propio domicilio, y en otros casos, trabajando también con aquellos miembros del grupo familiar, que podrán tomar algunos roles específicos en el proceso de ayuda del paciente.
Ello es muy importante para ayudar a comprender la razón del estado de la persona afectada, haciendo preguntas para ayudar a la reflexión y a darse cuenta de las causas de ciertas conductas o actitudes del paciente; otras veces, haciendo sugerencias concretas e indicando los pro y los contra de llevar a cabo determinadas acciones, y finalmente, indicando de un modo preciso lo que hay que hacer y lo que hay que evitar.
La otra innovación que me viene dando muy buenos resultados, es el desarrollo de sesiones mediante el uso de los sistemas de videoconferencia tales como el Skype, o el Zoom, entre otros. Esta alternativa la empleo en muchos casos en que el paciente no quiere o no puede concurrir a la consulta.
También en horarios que acomodamos a cada circunstancia, en el caso de pacientes que deben viajar a ciudades con cambios en los husos horarios.
Mi experiencia
He vivido la mayor parte de mi vida en Buenos Aires Argentina, además de trabajar en varios otros países de América y de Europa, y en Madrid, España, en un extenso período de poco más de 10 años.
Al comienzo de mi experiencia profesional tuve un diván en mi consulta, pues la formación fuertemente psicoanalítica recibida en la universidad me condicionaba en aquellos años a ello.
En algún momento, comencé a percibir que a la palabra, dicha en el contexto del dispositivo del diván, le era necesario incorporar una práctica que diera lugar a la manifestación de las emociones en el plano de la acción, pues sólo con la palabra no alcanzaba para que se produjera el click necesario para “darse cuenta”.
Me acerqué entonces a la Gestalt y descubrí cómo esa manifestación de la emoción en acto, podía tener lugar en un ejercicio con un almohadón. Esto daba lugar a una conversación imaginaria con la persona hacia la que se experimentaba una fuerte inhibición, temor, o agresividad, ayudándole a que lograra la catarsis que le facilitaría el acceso a la comprensión necesaria para afrontar las mencionadas trabas.
Pude ver entonces, cómo el facilitar la descarga de la agresividad, de un modo simbólico, en la persona representada por el almohadón, (agresividad muchas veces contenida durante mucho tiempo), llevaba a un estado emocional de mayor serenidad, que facilitaba el reconocimiento, o el descubrimiento de nudos internos que impedían vivir mejor: con mayor soltura, mayor alegría, más libertad interior, mayor espontaneidad, mejor sentido del humor, mejor posibilidad de escuchar y expresarse, es decir, mejor posibilidad de comunicarse con los otros, superar inhibiciones, trabas, liberar la inteligencia, la creatividad; como dijimos, llegar a vivir mejor, a partir de facilitar la eclosión de la emocionalidad en el propio acto terapéutico.
Posteriormente, hice una experiencia que para mí fue muy importante en el Instituto de Psicodrama Jacob Levy Moreno, donde me gradué como Director de Psicodrama. Fueron 10 años, en los cuáles tuve a mi cargo, además de pacientes, una enriquecedora labor docente.
Encontré en ese período un encuadre teórico y metodológico muy sólido que permitió ampliar mi comprensión sobre los procesos vinculares, sobre la importancia que tiene para un paciente, vivenciar, en lugar de simplemente escuchar.
Con vivenciar me refiero a darme cuenta y poder incorporar en mi campo de conciencia lo que nos ocurre, no sólo desde el cuello hacia arriba, sino en todo el cuerpo, ya que éste guarda memorias que están en el mismo cuerpo, no sólo en la cabeza. Esta distinción nos permite apreciar la diferencia entre el entender y el comprender algo.
Se trata entonces de vivenciar, por ejemplo, lo que experimenta mi interlocutor cuando le hablo a través de una de las técnicas propias del Psicodrama, como es la inversión de roles, que permite comprender lo que el otro siente frente a mí, simplemente colocándome en su lugar.
Lo que me resultaba muy claro es que lo que J. L. Moreno llamaba la catarsis de integración, (acto mediante el cual el paciente logra una comprensión clara y profunda), ya que la palabra es portadora de emoción en el acto psicodramático mismo, logrando así la expresión de la emoción. Esa descarga emocional que es producida en el acto psicodramático y que es contenida en la palabra en el mismo acto, es la que va produciendo el proceso de reparación interna, por algunos llamada sanación.
Digo “va produciendo” en vez de “produce”, pues quiero enfatizar la idea de la terapia como un proceso; algo que va ocurriendo en el tiempo.
El gerundio es el tiempo verbal que nos permite expresar esta idea, de lo que va ocurriendo, en lugar de algo puntual y mágico que ocurre en un momento.
Aunque debemos decir también que en un proceso habrá una sucesión de momentos que son los que terminarán conformando el proceso del que hablamos.
Luego participé de varias experiencias de desarrollo personal y profesional que fueron dándome una visión más ecléctica de mi trabajo de terapeuta.
En aquel tiempo ya, comencé a desarrollar de un modo innovador, recursos metodológicos y técnicos enmarcados dentro de los aportes teóricos que han sido rectores en mi desarrollo profesional.
Gran parte de tales técnicas las he adaptado, con muy buenos resultados, al trabajo terapéutico con el uso de las nuevas tecnologías que desarrollo hoy.
Muchas de ellas consisten en propuestas metafóricas, cuentos con mensaje y ejercicios que ayudan a lograr una más amplia y profunda comprensión, desde lo intelectual y emocional, de lo que le ocurre y lo que necesita hacer el paciente, de modo que pueda imaginar instancias superadoras de las causas de su sufrimiento.
La Psicoterapia, el Coaching y las nuevas tecnologías
Hoy vivimos inmersos en un contexto social, económico y cultural en el que tenemos la sensación de que los tiempos se han acelerado.
Todo es rápido y hasta pareciera que estuviese bien que las cosas sean así. Con frecuencia, sin darnos cuenta vivimos apurados, corriendo de un lugar a otro, siempre con el temor de no llegar a tiempo, de perder oportunidades, sin darnos cuenta de que cuando hacemos las cosas con apuro, ese tiempo del apuro, es un tiempo no higiénico. Por ello los errores, los olvidos, etc.
Cuando un paciente llega a la consulta proviene de un escenario mental diferente al de su trabajo conmigo. Viene de la calle, o de su trabajo, o de su casa, o de cualquier situación que lo ha comprometido emocionalmente.
Muchas veces, quiere comenzar a trabajar rápidamente en las situaciones que desea tratar en la sesión, y pretende pasar de inmediato del escenario mental del que proviene al de la sesión terapéutica, y con frecuencia le cuesta entender que pasar de un escenario mental a otro diferente no puede hacerse con inmediatez.
Debe tener lugar un proceso emocional e intelectual que vaya abriendo el paso de la situación de la que proviene a la que desea analizar.
Cuando un consultante ya está instalado en un proceso terapéutico, pasa por diferentes momentos. Por ello insisto en la idea de la terapia como un proceso. Hay momentos de entusiasmo y también momentos resistenciales, difíciles de transitar.
Cuando se está en un momento de entusiasmo, el tiempo de paso de una escena a otra puede ser más rápido, en cambio en los tiempos resistenciales, el paso se lentifica.
Lo que hay que poder comprender es que estas son las características naturales de este proceso y no hay mucho que podamos hacer para acelerar los tiempos.
De ahí la idea transmitida al comienzo del artículo, en la que me referí a la diferencia entre un consultante y un paciente. Instalarse como paciente requiere ir desarrollando en sí mismo la condición de paciencia para tolerar los tiempos del cambio.
No se trata de ser una persona paciente, se trata de estar con posibilidad de mirar hacia dentro de uno mismo y nutrirse con la escucha de lo que el terapeuta tiene para mostrarle.
Una cosa es ser o no ser paciente y otra muy distinta es estar paciente, o lograr estarlo en los momentos que ello es necesario.
Estas consideraciones acerca de la paciencia y de la inmediatez, no son privativas de las situaciones terapéuticas o del coaching. Son válidas para todas nuestras relaciones con personas, sean éstas muy próximas, como los miembros de la propia familia, como para cualquier otra relación.
Lo cierto es que el entorno en el que nos movemos nos fuerza a que las relaciones humanas en general estén fuertemente condicionadas por la inmediatez, y percibimos internamente la tensión que nos causa el imaginarnos que el tiempo no nos alcanza, que no vamos a llegar, que no tenemos tiempo para...
Las nuevas tecnologías, la computadora equipada con cámara y micrófono, brindan hoy la posibilidad de acceder mejor a situaciones en las que podemos ahorrar tiempo de desplazamiento y superar los inconvenientes habituales de traslado.
Ya nos hemos referido antes a las circunstancias de viajes de realización obligatoria, que interfieren en la continuidad de un proceso terapéutico o de Coaching.
Las nuevas tecnologías de comunicación nos ofrecen la posibilidad de darle continuidad al proceso, evitando interrupciones.
Finalmente
Nos encontramos con una situación en la que vemos que es cómodo poder emplear la computadora, para ayudar al acercamiento de las personas y sortear dificultades, empleando recursos técnicos que, bien usados, también facilitan la eclosión de la emocionalidad.
A quienes sientan la necesidad de contar con una ayuda terapéutica, o de un proceso de Coaching, me permito animarles a que experimenten con estos recursos innovadores, en los que he podido ver claramente su aporte de valor.
En el devenir de mis años de estudio y experiencia, estoy convencido de que lo más importante en esta profesión, es experimentar internamente el deseo de contribuir a aliviar el sufrimiento humano.
Como ya hemos visto, el grado de desarrollo personal y profesional alcanzado, la experiencia, y la actitud del terapeuta, serán determinantes, así como su forma singular de ejercer el acto terapéutico, aún cuando ésta puede ser variada.
Los conflictos, ya sean internos o externos, del mismo modo pueden agobiarnos como impulsarnos a abrir nuestra mente y nuestro corazón. En el segundo caso, ayudarán a descubrir oportunidades que no percibimos fácilmente, pues su ocultamiento, forma parte del modo en que formulamos el mismo conflicto.
Invito entonces a las personas que sufren y tienen algún tipo de dificultad para asistir a la consulta, que experimenten tanto en sí mismos, como en el grupo familiar, estos servicios de atención psicológica en su propio domicilio, en cualquiera de las dos variantes descritas.
Así mismo, invito a que todos los profesionales de la salud busquemos nuevas maneras y posibles modificaciones que aporten valor, se adapten y ayuden más a los pacientes de hoy en día, más allá de estas dos modalidades descriptas.
Con ello estaremos contribuyendo a la salud psicofísica y social, facilitando el acceso a estados de bienestar, tanto en nosotros mismos como en las personas a las que amamos y que nos rodean.
Teléfono: 54 9 11 3069 4455
Correo electrónico: elarriera@gmail.com
Página web: www.coachingmayeutico.com
Blog: http//eduardolarriera.blospot.com.ar
29 08 2021
sábado, 28 de agosto de 2021
LOS SUEÑOS SUEÑOS SON
Los Sueños, Sueños son
Me decía Edgardo, paciente interesante, de esos que a uno le despiertan muchas ganas de ayudarle, hombre mayor ya, que le agradeció que le dijera que no a su propuesta amorosa, que le dijera que no porque no quería nada de lo que él le ofrecía; casarse si ella lo quisiera, tener un hijo si lo deseara, acompañarle en sus viajes, ya que él combinaba sus viajes de trabajo y placer...
"Le agradecí -me decía- que me dijera que no por estos motivos, pues eso era algo bueno para mí, significaba que su deseo de estar conmigo no sería por lo que yo podía darle."
"No pude agradecerle que me dijera que sí por lo que yo soy o lo que yo era para ella, porque no me lo dijo, pero es lo que yo hubiera deseado; en realidad, es lo que yo más hubiera querido."
"Y aun cuando tuvimos una hermosa noche de despedida, no pude evitar sentirme triste antes de dormirme y al despertarme a la mañana siguiente, pues ya había comenzado el duelo, el dolor por su ida."
A continuación recordó que habían pasado seis meses y tres semanas completas justo esa noche, desde el momento en que se conocieron, una mañana del 29 de agosto, cuando solicitó un servicio para su nueva casa a la que se acababa de mudar.
Al recordarla se le transformaba el gesto, sus ojos brillaban y derramaban dolor en gotas. Decía que "fue maravillosa y única desde el primer momento."
Recordaba que le impactó y se enamoró de su espontaneidad, su buen humor y su picardía.
En dos sesiones anteriores relató el mismo hecho que tuvo lugar cuando la vio por primera vez, dando cuenta de su necesidad de revivirlo, como el recuerdo de un bello sueño.
Relataba que al finalizar el trámite administrativo que lo había llevado allí "le pregunté sobre que formulario había que completar o cómo debía hacer para que aceptara una invitación a tomar un café, o almorzar o lo que quisiera, y su respuesta fue,…y creo que deberías intentarlo”.
Decía que fue desde el comienzo una chica “todo terreno”, "nos fuimos instalando juntos en mi nueva casa dos días antes de que llegaran mis muebles. Y dormimos juntos en un colchón pequeño de una plaza, sobre la alfombra, y pasamos unos días hermosos."
Al ver su foto, sus amigos le decían: "que hermosa mina loco”.
Hicieron algunos viajes juntos y la conocieron algunos de sus sobrinos y al día siguiente del regreso a casa, recibió un mensaje de su hermana diciendo que los chicos aceptaban a la nueva tía.
Era notoria la diferencia de edad entre ella y Edgardo, pero como él sentía que el amor lo había rejuvenecido y ella estaba feliz, se decía a sí mismo que todo estaba bien.
Además como ella no pensaba en tener hijos y él era mayor y ya tenía los suyos, tampoco había problema por ese lado. Ella continuaría sus estudios interrumpidos de la misma carrera que Edgardo y él fue construyendo su sueño de que estudiaría a su lado, que él le cebaría unos mates mientras ella estudiaba y que además podría ayudarle.
Todo marchaba de maravillas. Y un día ella comenzó a hablarle de su familia; su madre, su padre, hermana y otros hermanos, una tía, una prima, una madrina, un tío, un abuelo…
"Me pareció que hablarle sobre lo que yo percibía y pensaba sobre su historia sería entre complicado e inútil, pensé que no ayudarían las palabras, por lo que se me ocurrió montar una secuencia de escenas para ella, creadas por mí a partir de sus relatos, con la intención de que al verlas ampliara su visión y pudiera profundizar en la comprensión de la trama familiar que la tenía atrapada."
Decía que él mismo se sorprendió de cómo se metió en cada personaje en esa puesta en escena. Con emoción decía cómo había interpretado a cada uno de ellos, su madre, su padre, su tía y su madrina, con espontaneidad, compromiso y deseo de ayudarle a ver más claro y comprender la trama en la que estaba inmersa y que aún hoy, sigue estando atrapada y entrampada.
Luego, por la proximidad temporal entre esta situación y lo que siguió, tuvo la impresión de que no serviría de mucho su aporte, pues para ella solo tendría valor lo que le dijera Verónica, su analista.
Y decía que, sabiendo que en estos casos es mejor ser ingeniero que psicólogo, se fue retirando de este rol con el que intentaba poner sobre la mesa ciertos dinamismos que pudieran facilitar una clara percepción en ella y la consiguiente reflexión.
Sumado a esto, ante la desaprobación de su analista y en su necesidad de contar con la aprobación por lo menos de parte de su familia, un día le cuenta a su madre de esta nueva y fresca relación, pero al mencionarle la diferencia de edad, y aún cuando la distorsionó para hacerla más digerible y minimizar el impacto que le produciría, igualmente su madre puso el grito en el cielo.
Luego vino el efecto bola de nieva del resto de su familia y esto fue demoledor para ella, ya que no pudo soportarlo y comenzó su alejamiento.
También Edgardo hizo un último intento al regalarle un par de libros, ingenuamente convencido de que su lectura le podría hacer bien, al develar aspectos que habían permanecido velados para ella en su historia familiar.
Decía en sesiones posteriores que pensó, y sigue pensando, que su lectura podría ayudarle a ganar confianza en sí misma, al ayudarle a legitimar su deseo de vivir como ella quisiera, atendiendo especialmente a su condición de ser un espíritu libre.
Eduardo Larriera
12 07 2020
HUBO MUCHAS VECES
Hubo muchas veces...
Los cuentos muchas veces comienzan con...Había una vez..., pero en este caso, hubo muchas veces... un señor llamado René, hombre joven y bien agraciado, tipo 35 años o por ahí, de profesión decorador, exitoso en su trabajo, hijo de una familia tipo, padre, madre y un hermano, novia y amigos.
René tenía frecuentes encuentros semanales con diferentes damas, que ante su invitación de "auto a auto", o en la calle o mirando alguna vidriera; él se acercaba a la bella dama, lograba rápidamente su aceptación a conversar, tomar algo y habitualmente dentro de la o las horas siguientes ya estaban en el hotel. Evidentemente tenía un muy buen ojo clínico.
Este modo de estar en el mundo le permitía tener efímeros momentos de placer pero que simultáneamente le producían un gran malestar, pues le decía a su analista que sufría mucho, pues "mire lo que le estoy haciendo a mi novia".
Se refería al daño que le hacía a ella sin tomar conciencia del daño que se podría estar haciendo a sí mismo.
Un día, como tantos otros, observa en la calle a una mujer de la que se siente muy atraído; despliega todas sus habilidades de seducción y una vez más, (por eso al comienzo decíamos que hubo muchas veces), logra su cometido.
Y ocurre lo impensado, que marca un antes y un después en esta práctica de "conquistador compulsivo?", "Sentí que estaba frente esa hermosa mujer, sensual, con un cuerpo escultural con la que me sentí muy atraído."
Instalados ya en el hotel comienza a sentir que nunca había experimentado un placer igual al ser besado, esos labios, esos besos eran para él únicos. Nunca había sido besado de esa manera.
El encuentro sigue su curso, pasan de los besos a las caricias y ya en ese tramo descubre que no estaba con una mujer, sino con un hombre.
Experimenta una gran conmoción, -que proviene del latín, commotio, un movimiento o perturbación violenta del ánimo o del cuerpo-, que en este caso fue del ánimo y del cuerpo.
Pasado ese momento el encuentro siguió adelante, no solo en el tiempo de estancia en el hotel, sino en el gran tiempo, que va mucho más allá del turno de dos horas.
Comienza así una relación amorosa que se extiende en el tiempo y se enamora de esta persona en el marco de un amor correspondido.
Contemporáneamente, René pasó de ser consultante a ser paciente en su espacio terapéutico, gracias a la paciencia lograda, que le permitió profundizar en su buceo interior y descubrir sus propias verdades.
En realidad es el objetivo último de un proceso de análisis bien llevado, acompañar al paciente a descubrir sus propias verdades, que en este caso se trataba de descubrir su homosexualidad. La finalidad de la compulsión que padecía le impedía contactarse con esta verdad que lo habitaba.
He leído en alguna oportunidad que los analistas trabajan en función de hipótesis que se van planteando, algunas de las cuales se van confirmando, otras se van refutando y ello es lo que les indica el norte de la brújula que los guía.
También he sido informado de la importancia de la neutralidad del analista, ya que no es quien juzga ni critica, ni quien decide sobre la vida del paciente, sino que lo acompaña en una búsqueda certera.
René experimentaba un sincero agradecimiento a sí mismo por su coraje y a su analista, también por su coraje, por ser buena persona, leal a sus convicciones y sus valores, por su paciencia y calidez y por haberlo acompañado en esta búsqueda interior, que le permitió lograr estados de felicidad superadores de los efímeros momentos de goce.
Eduardo Larriera
20 07 2020
EROS Y TANATOS
Eros y Tánatos
Soy algo mayor, tengo como 64 años, me estoy jubilando y además estoy en cuarentena.
Soy padre de varios hijos, todos ellos ya viven su vida en sus propios espacios y están bien con sus vidas.
Vienen a casa con alguna frecuencia, los fines de semana, pues les gusta los asaditos y nos queremos mucho; o nos queremos mucho y les gusta los asaditos.
Con mi mujer tenemos una vida de prolongada buena convivencia, serena, agradable, con momentos de encuentro muy bonitos, nos acompañamos en saludables caminatas casi todas las mañanas y aunque algunas pocas veces nos trenzamos en tontas discusiones, siempre nos miramos, nos sonreímos y seguimos el día casi como si no hubiera ocurrido entredicho alguno.
Algunas veces me da la impresión que aprendemos y otras no, como si repitiéramos situaciones de enfado a la búsqueda de poder hacer un aprendizaje.
Quizás las repetimos con la escondida idea de que alguna vez, por haber transitado varias veces por ese camino, terminemos aprendiendo.
Pero también puede ser que, aunque la vida nos brinda segundas, a veces terceras y hasta más oportunidades, no nos alcancen y esta sea un motivo de tal repetición.
Ella también se está jubilando; en realidad ya se jubiló hace más de un año. Pero al decir que se está jubilando también digo que lo sigue haciendo.
Y como dicen los psicólogos, ambos estamos "duelando" nuestros tiempos llamados productivos en el ámbito empresario.
Y me encuentro pensando que también tengo por delante variadas actividades por hacer, que me gustaría realizar y que no me agrada definirlas como productivas, sino más bien como placenteras.
Mi psicólogo me alienta a que descubra, entre mis verdades, qué es lo que me gustaría hacer en el tiempo por venir; qué hacer me produciría satisfacción y me permitiría hacer un lugar real hoy a aquellos deseos que han sido postergados.
También me dice que jubilarse no es comenzar un camino que nos lleve hacia la muerte, sino que estaría muy bueno aprovechar este nuevo tiempo para transitarlo con satisfacción y alegría hasta que un día nos llegue la hora.
Encima estamos viviendo un tiempo en el que las limitaciones de movimiento y de encuentros con nuestros seres queridos, por no saber hasta cuando se prolongará, nos conecta más claramente con la realidad de la finitud de la vida.
Es algo que, si bien todos lo sabemos, habitualmente no estamos pensando ni pendientes de ello.
Me doy cuenta de lo vital, (Eros), saludable, estimulante, positivo, de pensarse como quien está viviendo hasta que la muerte un día venga a buscarme, pues como no sabemos cuándo va a ocurrir eso, me dispongo a hacer hasta el último momento de mi vida lo que más placer me produzca y disfrutar de ello
En cambio, aceptar pasivamente la idea de que al dejar la vida productiva comenzamos a vivir hacia, en vez de hasta, es lo opuesto a lo vital.
Y qué es lo opuesto a lo vital?, (Tánatos).
Alguna vez he leído que Freud toma estos conceptos como pulsión de vida y pulsión de muerte. Eros y Tánatos.
Será así entonces?, que nuestra vida transcurre por un camino a veces soleado y otras oscuro; por momentos con alegría y en otros con tristeza; tiempos de entusiasmo y otros de abulia, serenidad y enojo, paciencia e impaciencia, fortaleza y debilidad, lucidez y torpeza, y casi un sin fin de opuestos que si logramos percibirlos, sentirlos y pensarlos, quizás nos ayuden a descubrir nuestras propias verdades y el verdadero sentido de nuestra vida.
Será algo que podremos hacer?, nos lo merecemos?
Lo seguiré charlando con mi Psicólogo.
Eduardo Larriera
12 05 2020
BRINDO POR VOS
Brindo por vos
Usted eso no lo puede hacer, le dijo con cara de malo el inglés enojado.
Y ella le contestó que no podía dejar al bebe en su casa.
No es posible, no está previsto que sea así, usted debe arreglar sus cosas pero no puede venir a trabajar con su bebé a la oficina, no es posible, ¿a quién se le ocurre?
A mí, habrá pensado ella, aunque no se lo dijo.
Todo esto dicho por el inglés con cara de malo y en un castellano de colonizador tipo spanglish.
Juancho era un bebe recién nacido pocos días antes y la verdad es que no recuerda la escena, jaaah!, pero sí recuerda la forma en que su madre, con emoción y orgullo, relataba la escena.
Percibía que la decisión de su madre provenía de sus tripas con la enorme fuerza que respaldaba lo que hacía con profunda convicción.
Corría el año 1946 y los ferrocarriles estaban en ese momento en manos de los ingleses, la legislación no contemplaba estas situaciones y los sindicatos prácticamente no existían.
En ese contexto la mamá de Juancho decidió por su cuenta que iría a trabajar, pero que llevaría a su pequeño hijo con ella.
Corajuda la vieja, aunque en aquel tiempo no tan vieja, andaba por los 35 años, con firmeza y una importante cuota de coraje.
Si bien hemos sido enseñados/domesticados para el no coraje; "no te metas", "no seas el cabecilla", "deja que otros hablen", "vos cuídate", etc.), ella era leal a sus convicciones y se percibía claramente en el relato de Juancho el agradecimiento a su madre, pues en su accionar contracultura dejaba a sus hijos una importante enseñanza.
Vivían en Temperley y la oficina en la que trabajaba la mamá de Juancho estaba en Constitución, así que ella debía caminar las 7 cuadras que distanciaban su casa de la estación Temperley, subir con el cochecito por las escaleras del puente que le permitirían llegar al andén por el que pasaba y paraba el tren a Constitución.
Juancho hoy no tiene datos y ya no hay testigo vivientes a quienes consultar, así que no podemos saber por cuánto tiempo se habrá mantenido esta situación, pero la vieja enfrentó la enfrentó ante su jefe inglés y él se la tuvo que comer con fritas.
Como el 28 de septiembre pasado la corajuda madre hubiera cumplido 110 años, Juancho con este sentido relato, nos invita a levantar las copas y brindar por ella, en memoria a su fuerza, su coraje para tomar riesgos y su capacidad para sostener las decisiones alineadas con sus valores y principios.
Feliz cumple 110!
Eduardo Larriera
30 09 2020
¿PROFESOR DE QUE?
Profesor de qué?
Yo era estudiante de Derecho y teníamos la posibilidad, al cursar el último año, de escoger una asignatura de libre configuración.
Mis compañeros de cursada eran estudiantes que se encontraban finalizando sus estudios. Éramos de diferentes carreras y teníamos en común haber elegido la misma asignatura. Nuestros compañeros eran de Enfermería, Odontología, Arquitectura, Ingeniería en Caminos, Administración de Empresas, etc.
Mi compañera y yo escogimos la materia Mentoring, pues nos pareció que podría ser útil para el futuro desempeño de nuestra profesión.
El profesor de la asignatura era sudamericano, no recuerdo si era uruguayo o argentino o de uno de esos países.
Era algo mayor, Psicólogo y la verdad es que fue una experiencia bonita e interesante y hasta emocionante.
En la primera clase nos habló de la Percepción, decía que todo en la vida se inicia con la percepción. Que si hay algo que no percibimos como un problema no podremos hacer nada para resolverlo.
Explicó y mostró que son los puntos ciegos. Nos propuso un ejercicio sencillo que nos permitió observar la existencia de límites en la apreciación de nuestro campo visual.
Se trataba de observar dos pequeñas marcas hechas en un papel a una distancia de unos 12 centímetros una de otra; la consigna era ver con un solo ojo la marca del lado opuesto a ese ojo (izquierda/derecha) y variando la distancia del papel en relación con nuestro punto de observación, manteniendo el otro ojo cerrado, a una distancia de unos 30 centímetros aproximadamente, dejábamos de percibir la otra marca.
Dijo que a esto se le llamaba el Punto Ciego del Ojo, que ocurre porque donde se inserta el nervio óptico en la retina, en ese punto no hay células que puedan percibir la luz ni los colores.
Luego nos preguntó si también existirían limitaciones en nuestro funcionamiento intelectual y emocional, es decir, temáticas que no logramos comprender o situaciones en las que nuestra capacidad de sentir está bloqueada. Y en ese caso, que consecuencias tendría no percibir ciertos datos de la realidad.
Y comenzó a preguntar y preguntar. A mi amiga y a mí nos llamó la atención que sus clases no eran exposiciones como a las que estábamos acostumbradas, las llamadas clases magistrales.
Éste nos hacía preguntas y tomaba nuestras respuestas para explicar lo que nos quería transmitir, y funcionaba bien la cosa.
Para ilustrar lo que nos explicaba nos planteó la siguiente situación. Imaginen, dijo, que en una esquina dos automóviles chocan.
Uno es un coche "pistero", cupé descapotada, rojo vivo o amarillo huevo, conducido por un joven de unos 18 ó 20 años y el otro coche es una rural familiar, conducida por una mujer embarazada.
Invitemos a las 10 personas que vieron el choque dijo y pidámosles que relaten lo ocurrido.
Preguntó, si obtendríamos un relato único? a lo que respondimos que no; se dijo en el grupo que podríamos llegar a tener hasta 10 relatos diferentes.
Preguntó sobre los motivos de estas posibles diversas apreciaciones y por las respuesta que fuimos dando, quedaba claro que los "puntos ciegos" que estarían operando serían los pre-conceptos, o prejuicios, o supuestos psicológicos que modelan nuestro sistema perceptivo.
Dijo a continuación que el objetivo del mentoring es ayudar a ampliar la visión y superar los puntos ciegos.
Quienes estuvieran preocupados o temerosos por la conducción temeraria de los jóvenes cómo explicarían las causas posibles del choque?, y en cambio donde pondrían el énfasis quienes pensaran que una mujer embarazada se encuentra en un estado que la lleva a estar más atenta a lo interno que a lo externo?.
Luego nos dijo que, seguramente cada uno de los dos conductores solicitaría atención de su compañía aseguradora y si no tuviera una respuesta satisfactoria, cada uno pondría un abogado para lograr que un juez "administrara justicia".
Y agrega irónicamente que, afortunadamente los Jueces no tienen puntos ciegos, por lo cual el tema quedaría bien resuelto.
Mi compañera y yo, ambas estudiantes de Derecho, nos sentimos muy mal con esa conclusión. Planteamos nuestro disenso con cierto enojo. Se trabajó en el grupo el tema, pero a nosotras nos quedó un mal sabor que nos llevó a estar muy atentas durante varias de las siguientes clases.
Con el avance de la cursada nos fuimos "amigando" con el profe, pues pudimos reconocer que en su propuesta educativa había algo valioso y diferente a lo conocido hasta ese momento y casi sin darnos cuenta se fue instalando, natural y espontáneamente, un modo más reflexivo.
Nos llamó la atención también que los cuestionamientos que se le hacían no lo enojaban y todo, o casi todo, lo convertía en una fuente de aprendizaje.
Fue una experiencia muy nutritiva y aún cuando han pasado ya varios años, continuamos utilizando varios de los conocimientos que nos transmitió y lo recordamos con cariño.
Es decir, que algo aprendimos sobre Mentoring, o sobre qué y cómo podemos hacer para "mentorear".
Bien, todo esto es una anécdota, pero lo que más me quedó de la experiencia con este profe fue lo que ocurrió el último día que lo vimos, la última clase.
Al comenzar la misma nos dice que no consideraba tan importante que hubiéramos aprendido algo sobre Mentoring; que si nos llevábamos puesto algo de lo visto y lo podíamos aplicar, fenomenal!, pero que lo más importante que tenía para decirnos era lo siguiente:
Que la vida nos brinda la oportunidad para hacer lo que más deseamos, lo que más nos gusta, y si por algún motivo no podemos lograrlo, en ocasiones nos da una segunda oportunidad, y que rara vez nos ofrece una tercera oportunidad, pero que sepamos que no hay un número infinito de oportunidades para hacer lo que uno más quiere. El mensaje era que no las dejemos pasar, que estemos atentos, que no estemos distraídos.
Y nos cuenta que cuando él era joven, de unos 18 años, encantado por la música de jazz y especialmente fascinado por la calidad del trompetista Louis Armstrong, quiso estudiar trompeta.
Pero también nos contó que cuando era un niño de 8 años se había caído jugando a la pelota y se había roto los dos dientes incisivos y como la boquilla de la trompeta hace presión sobre ellos, su dentista le dijo que si no quería sacar los dientes de dentro de la trompeta algún día, la dejara.
Nos contó que fue todo un duelo y "duelar" esa imposibilidad de hacer algo que él tanto quería; tocar la trompeta, fue muy doloroso.
Ya con casi 60 años, se propuso intentar con el trombón, que por tener la boquilla un diámetro mayor que la de la trompeta, pensó que ésta apoyaría más sobre la encía que sobre los dientes.
Se incorporó entonces al Conservatorio de Música y probó durante un año con el trombón. Estaba bueno, pero no era lo que quería; él quería tocar la trompeta. El objeto del deseo no puede ser cualquier cosa, siempre se trata de algo único nos dijo.
Habló entonces con el profesor de trompeta del conservatorio, le explicó el problema que tenía con sus dientes y el profe le dijo que, el mejor trompetista del mundo no fue Louis Armstrong, sino un francés llamado André Moreau.
Que en ese momento era un hombre muy mayor y que por tener más de 80 años y aún tocaba la trompeta, tenía dificultades con sus dientes, por lo cual se había hecho construir una boquilla con un saliente que él apoyaba en la parte superior al labio y así presionaba sobre la encía y no sobre los dientes.
Nos contó que a partir de esa explicación se dio a la tarea de construir ese saliente con resina epoxi a una boquilla de trompeta; la fue limando y modelando hasta que logró que de esa boquilla saliera el sonido que la trompeta amplificaría.
Contó que con gran emoción fue a ver al profe y con una trompeta del Conservatorio pudo tocar algunas pocas notas.
Así pudo cursar tres años y hasta tuvo su "momento de gloria" dijo. Al finalizar el tercer año, en el marco de la asignatura Conjunto Instrumental, los estudiantes de diferentes instrumentos hacían una presentación y nos dijo que fue grabada y que había sido subida a Youtube.
Antes de comenzar su cuarto año de estudio, pierde notoriamente la audición y no puede continuar con la música y su querida trompeta.
Por qué nos contó esta historia en ese último día de clase?
Nos dijo que esa era la última clase en su vida como docente, pues su hipoacusia le impedía continuar, especialmente por el modo en que él lo hacía, ya que con preguntas iba avanzando a partir de las respuestas que los alumnos daban.
Nos dijo que amaba la música y la docencia y que lamentablemente no podría continuar, y que lo que lo que más le importaba brindarnos, más allá de la experiencia del Mentoring, era el mensaje de que no dejemos de hacer lo que más quisiéramos en nuestras vidas.
Que la vida le había dado dos oportunidades con la trompeta, a los 18 y casi a los 60 y que le hubiera encantado que hubiera sido por más tiempo, pero que estaba feliz de haberlo buscado y logrado.
Terminó no solo él con lágrimas en los ojos y varios de nosotros nos acercamos a abrazarlo.
Fue una experiencia única en mi vida universitaria.
Algo del Mentoring suelo aplicar, pero lo más lindo e importante que me dejó y lo que más le agradezco, es lo que me regaló en esa última clase.
Siempre lo recuerdo y creo que lo seguiré recordando.
Eduardo Larriera
13 10 2020
CONVICCIONES, CORAJE E INCONSCIENCIA
Convicciones, Coraje e Inconsciencia
Estábamos el grupo de amigos ex compañeros de la secundaria conversando. Hacía ya un tiempo que no nos reuníamos recordando anécdotas graciosas de la adolescencia como era habitual en cada encuentro.
Pero ese día, a partir de un comentario que hace Pedro, uno de los muchachos, menciona una palabra que a Juancho le conecta con situaciones pretéritas de su vida y comienza a relatar un par de anécdotas que me resultaron curiosas e interesantes.
Pedro nos contaba de un viaje que hizo al norte de España, Asturias y que había disfrutado mucho de una hermosa caminata que hizo por un desfiladero que parte de Santo Adriano de Tuñón, lugar en que se encuentra una antigua parroquia cuya construcción data del año 1110, que luego fue ampliada varias veces en siglos posteriores. Nos contaba que su construcción guarda un estilo prerrománico, etc.
Juancho, otro de nuestros compañeros, sintió que la palabra Tuñón obrió en él como un disparador que le llevó a activar memorias de tiempos jóvenes de su vida, que no tenían nada que ver con la iglesia de San Adriano de Tuñón, pero que le activó un recuerdo de algo que sintió ganas de compartir con nosotros.
Nos dijo que se trataba de una anécdota que hablaba de él; de cierto modo de moverse en el mundo en aquella época de su vida en la que esa historia tuvo lugar.
Valen las asociaciones entonces; Tuñón resultó ser el apellido del Secretario Gremial del Sindicato del Seguro en la época en que Juancho se desempeñaba como Gerente de Personal.
Nos decía Juancho que la anécdota tiene que ver con el coraje necesario para asumir los riesgos que implica tomar una decisión. Luego de un breve silencio, como si hablara consigo mismo manifestó: coraje o inconsciencia?.
Dijo que pensaba que esto de asumir riesgos es algo que nos cuesta porque es como desafiar a los demonios, que hemos sido "educados para el no coraje, para no tomar riesgos": "no te metas, no des la cara, deja que hablen otros, cuídate, etc."
El relato de la situación es el siguiente: se trataba de la primera reunión que tendría Juancho, en su rol de Gerente de Personal con el Sindicato.
Llegan a su despacho entonces Tuñón y un "Guarda espalda", tipo "pata de plomo", hombre alto, corpulento y con un gesto en su cara y mirada de malo.
Juancho les invita a sentarse. Tuñón se sienta y el otro no, se queda de pié detrás de Tuñón, recostado en un mueble y clavaba sus ojos en Juancho con una mirada intimidatoria.
A poco de iniciar la conversación, decía Tuñón que, entre diversos planteos que el Sindicato venía haciendo a la empresa sin tener respuestas satisfactorias, había uno que no podía esperar más, que se trataba de hacer una revisión de las remuneraciones de los compañeros.
Que con la empresa las cosas estaban muy mal y esto venía ocurriendo desde hacía ya mucho tiempo.
Que si no se les daba una respuesta satisfactoria y urgente, decía Tuñón, sacarían a la gente al patio, harían una asamblea y pararían la empresa.
La locación de la empresa era en un edificio antiguo estilo Petit Hotel y el "Patio" era el espacio al que antiguamente entraban los carruajes, lugar que en ese tiempo era utilizado como pequeña playa de estacionamiento para los coches de los cuatro o cinco capos.
Frente a ese planteo a Juancho no se le ocurre mejor idea que decirles que el circo intimidatorio que le estaban montando no le inquietaba, pues se trataba de algo conocido por él, ya que unos años antes él había estado "del otro lado del mostrador".
Les dijo que había sido Secretario de Organización y Cultura del Sindicato de un gremio y que si querían, fueran a tal dirección, que estaba a pocas cuadras, en la avenida Callao, preguntaran por él y que les podrían informar quien era.
Y agregó que con esto les estaba poniendo en sus manos una información que el Director Ejecutivo no tenía, con lo cual ellos podrían hacer lo que quisieran y que luego, seguramente tendrían que conversar con algún otro tipo en lugar de con él.
Les dijo que les proponía que ellos le plantearan lo que necesitaran para que sus afiliados los quisieran y él les diría lo que a su entender sería factible hacer y lo que no, pero que ellos podrían sacar a la gente "al patio" todas las veces que quisieran si les parecía el mejor camino.
Luego de esto el "pata de plomo" se sentó, la conversación continuó muy amablemente y durante los años que estuvo Juancho allí lograron varios acuerdos y tuvieron siempre una relación muy cordial. En ese período nunca sacaron a la gente "al patio".
Nos decía Juancho que él estaba muy consciente del riesgo que tomaba al compartir con Tuñón esa información de sus antecedentes como gremialista, ya que en esa perversa empresa podría haber salido todo mal. Pero salió bien.
Me gustó y me resultó interesante la anécdota de Juacho. Fue una reunión de compañeros de la secundaria diferente y recuerdo esta historia porque me llevó a reflexionar y darme cuenta de los diferentes modos en que podemos usar la cuota de poder con que contamos.
También pensé mucho sobre la diferencia entre el coraje y la inconsciencia, pues ambas nos pueden llevar a tomar decisiones con diferentes consecuencias.
En algún pasaje de su relato Juancho nos dijo que el coraje nos permite analizar y medir los riesgos que tomamos y la inconsciencia en cambio, nos puede llevar a pasar a la acción impulsivamente y caer en situaciones de riesgo no calculado.
Recordando y repasando una y otra vez la narración de lo ocurrido, la verdad es que no me doy cuenta si en el caso de Juancho hubo más de coraje? o de inconsciencia?.
Él disfrutaba al avanzar en el relato. Mostraba y reconocía que en este modo de encarar y resolver esta y otras situaciones de su vida encontraba un hilo conductor que le producía satisfacción.
pregunta que nos hacíamos al escucharlo era, cómo podía jugar con estas antípodas, hacerlo de un modo original y ver que hasta le producía placer?.
Evidentemente su proceso asociativo esa noche lo llevó a caminar por otros tramos de su vida profesional y nos contó que en una época anterior había trabajado durante varios años para una empresa automotriz. Había sido Capacitador y Consultor en el área de Manufactura.
Mantenía reuniones, coordinaba cursos y talleres, realizaba sesiones de consultoría con todos los niveles de la planta industrial, desde el Director de Fábrica, los Gerentes, los Superintendentes, Encargados, Capataces y Operarios.
Evidentemente Juancho no es una persona simple, más bien diría que es un tipo complejo. Compartió con nosotros algunas preguntas que se hacía a sí mismo en aquella época. Se preguntaba por ejemplo, para qué lo contrataban sus empresas clientes?.
Supuestamente para lograr mejoras en la productividad; y qué hacía él?, decía con emoción y cierto orgullo que para él en ese tiempo sentía que había logrado el "sueño del pibe".
Le pagaban para que él pudiera ayudar a la gente a ampliar su visión, consecuentemente estar mejor, sentirse bien, atender su salud y la de sus familias, armar sus proyectos vitales, cuidarse a sí mismo y a los suyos.
Nos decía que su convicción era y seguía siendo, que lo que es bueno para cada una de las personas también terminará siendo bueno para las empresas, ya que partía de la premisa de que las Organizaciones siempre funcionan mejor si la gente se siente bien.
Decía que esto era lo que le daba sentido a su trabajo.
Relató, entre otras cosas, una escena de un día en que iba caminando por un largo pasillo en la zona de oficinas y ve que a lo lejos venía un Operario. Al acercarse podía reconocerlo como alguien con quien alguna vez había estado en contacto.
Cuando ya estaban por cruzarse, el Operario le dice: "vos sos Juancho, no?; sí le respondió él. Siempre me acuerdo de algo que nos dijiste y me quedó marcado: "El cuerpo siempre avisa y nunca miente".
Nos contaba con un sentimiento de satisfacción que la empresa automotriz le pagaba para que él pudiera trabajar sobre estos temas de la vida, de la salud, la prevención, en fin, ayudando a que la gente se cuidara, ganara protagonismo en sus vidas y se sintiera bien.
Sentía que era legítimo hacer lo que hacía y aún cuando reconocía cierta veta transgresora, nos decía que para él era importante tener claro en qué punto estaban los límites que le marcaban si lo que hacía estaba reñido o no con sus propios valores y cuando se trataba de hacer las cosas de un modo diferente y mejor de lo rutinariamente establecido.
Agregó que siempre para poder hacer contribuciones creativas hay que poder desafiar y transgredir cierto orden establecido.
Qué tipo!, esta faceta no se la conocíamos. Pero luego, ya en otro momento, fuera de la reunión de amigos, haciendo una mirada retrospectiva yo podía reconocer que algo de esto había sido una constante en su vida.
Decía Juancho que este recuerdo le surgió espontánea y curiosamente en este encuentro por el disparador de la palabra Tuñón, que lo conectó con la primera anécdota relatada y luego tuvo asociaciones que lo llevaron por otros caminos placenteros de su experiencia, que han formado parte de su vida y que lo conectan con cosas que pudo hacer con gran satisfacción.
Recuerdo este encuentro de amigos como uno diferente a los que habían sido otros anteriores, en los que los temas de conversación giraban de un modo predominante sobre los recuerdos de las travesuras realizadas en nuestra adolescente vida de estudiantes de la secundaria.
En este caso Juancho puso "sus tripas" en estos relatos vívidos de su experiencia de vida profesional y compartió con nosotros las huellas que fue dejando en su camino por el mundo del trabajo y las que su trayectoria había dejado en él.
Eduardo Larriera
28 10 2020
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