viernes, 18 de agosto de 2017

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Publicaciones Semanales Breves 42     -     17 08 2017
Nuestros "patrones" de conducta y otras yerbas


En la publicación anterior nos hemos referido a nuestros patrones de conducta.
Hoy me gustaría ilustrar con un ejemplo, un poco inventado pero tomado de la realidad, que nos facilite la comprensión de este proceso mediante el cual, hemos ido creando patrones de conducta, o matrices que han sido modeladoras de nuestro modo de estar en el mundo.
Imaginemos una criatura pequeña, que en determinado momento se resfría, o contrae una  gripe, o desarrolla una angina; levanta algo de temperatura, entonces la madre no va a su trabajo, pues se queda a cuidar y acompañar a su hijo.
El pequeño no tiene la madurez como para pensar y relacionar un hecho con el otro: "me enfermé y mamita se quedó conmigo", pero sí tiene la capacidad de percibir que, lo que él más quiere, que es estar al lado de su madre, ocurre.
A los diez o quince días repite el cuadro febril, que se lo definirá como una recaída.
Si el pediatra no fuera muy lúcido podría ocurrir que recete una batería de antibióticos como para eliminar bacterias del tamaño de elefantes.
Afortunadamente eso no es lo que ocurre más frecuentemente.
Si el pediatra en cambio tiene una visión amplia que va más allá de lo estrictamente médico y puede percibir que ya existen mecanismos muy rudimentarios, pero efectivos, que llevan a establecer alguna conexión entre una situación (la fiebre) y la otra (mamá se queda conmigo), indicará otras medidas de atención y cuidado, orientadas a crear condiciones adecuadas para ayudar al bebe.
En realidad, ¿qué es lo que ocurre?
El mecanismo empleado por el niño es eficaz, pues logra lo que desea: que su madre se quede con él y decimos que es eficaz, pues logra su cometido.
Lo que el bebé no percibe es que el costo de aplicar este mecanismo es el más alto, pues lo paga en la moneda salud.
Pero por ser eficaz, intentará aplicarlo más de una vez y si ni los padres ni el pediatra logran comprender lo que está ocurriendo subterráneamente, el niño continuará intentando resolver sus estados de ansiedad y angustia de este modo.
Es muy probable que si el entorno familiar lo favorece, este mecanismo con el tiempo, vaya consagrando un modo de respuesta ante las situaciones en las que esta personita se sienta débil, inseguro, vulnerable... y termine conformando una "matriz de conducta" que se activa, por decirlo de un modo simple, automáticamente.
Se irán repitiendo entonces los episodios en los que se afecta su salud, pues es la forma de llamar  y conseguir la atención; en esta primera etapa de la vida, atención de la mamá y luego, de este modo llamará la atención de otras personas de su entorno próximo.
Si con el correr del tiempo no se desarrolla una percepción y comprensión de lo nocivo de este dinamismo interno, es muy probable que esta persona desarrolle un estilo predominantemente dependiente, donde para él será muy natural instalarse en un rol demandante, y si no media una acción esclarecedora, más adelante puede cristalizarse en este modo de estar en el mundo, dependiente y demandante.
La etiología de algunos cuadros asmáticos suele estar íntimamente vinculada a este fenómeno. Resulta muy claro cuando podemos observar las circunstancias en las que se manifiesta la sintomatología de la falta de aire, la sensación de ahogo, donde habitualmente encontraremos que se hace patente la sensación de inseguridad y necesidad de apoyo.
¿Qué es lo importante?

·         Tener muy en claro que estamos hablando de matrices de conducta que no han sido heredadas genéticamente, sino que han sido construidas por uno mismo ante vivencias que nos llevaron a sufrir.
·         Que si nosotros mismos las hemos construido en un momento de nuestra vida, ahora ante la evidencia de su disfunción las podemos modificar o reemplazar por nuevas matrices que hoy podemos construir.
·         Que esta tarea es difícil si la quisiéramos hacer en solitario, por lo que será importante estar atentos para encontrar un buen acompañamiento terapéutico.

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