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Publicaciones Semanales Breves 33 - 15 06 2017
Reflexiones sobre las situaciones conflictivas (2º Continuación)
Continuamos a partir de donde dejamos en la publicación anterior.
La gran mayoría de las situaciones conflictivas en las que
intervenimos tienen lugar en relación con personas con las que tenemos un vínculo
establecido y que se mantendrá en el tiempo. Son muy pocas las
situaciones en las que debemos afrontar un conflicto con alguien a quien luego
no veremos más.
Los vínculos constituyen un elemento real aunque intangible
y se sostienen sobre una suerte de red que ha sido tejida por las partes y que
se llama confianza mutua. Si esa red es suficientemente fuerte, podrá
soportar al vínculo, pero si la red se agujerea, el vínculo corre el riesgo de
caer, machucarse e incluso, romperse, con lo cual se termina la relación
interpersonal.
Los conflictos ponen a prueba permanentemente la calidad de
esa red y desafían la capacidad de las partes para preservar el
vínculo.
Los conflictos están instalados en el ámbito de nuestra
familia, en nuestras relaciones con
los amigos, en el trabajo y forman parte de nuestra vida
cotidiana. Pensemos que si tenemos conflictos con las personas a quienes
más amamos en la vida, como es el caso de nuestros propios hijos, ¿cómo no
vamos a tenerlos con otros?.
El proceso de enseñanza-aprendizaje para el desarrollo del
rol de quien resuelve los conflictos, se alimenta especialmente de nuestro informador
interno. Este informador está en nuestro propio cuerpo; es nuestro
propio cuerpo.
Las personas tenemos una especial sensibilidad, que nos
brinda la oportunidad de enterarnos de las tensiones que este cuerpo,
que es la dimensión biológica de lo que somos, registra y soporta.
Existen zonas o partes de nuestro cuerpo que nuestra
propia experiencia fue habilitando como áreas sensibilizadas y que dan
cuenta de las tensiones que debemos soportar frente a los conflictos.
Podemos afirmar que “el cuerpo siempre avisa y nunca miente”.
El problema está en decodificar los mensajes provenientes de nuestro
cuerpo a modo de sensaciones, picazones, ardores, taquicardias,
insomnios, dolores, etc. y comprender de qué está procurando
avisarnos para que podamos tomar las medidas correctivas más adecuadas.
Para comprender esto, será importante entonces, además de observarse
a uno mismo, observar al otro, para poder anticipar y comprender la
dinámica que se desarrollará en la conversación.
“Es imposible no comunicar”; es imposible no comunicar mediante las vías no verbales
de lo que nos ocurre. Esto nos sucede a nosotros y también a los otros.
Se trata entonces de aprovechar esta información, tanto la que
surge de nuestro propio cuerpo como la que percibimos en el otro, para ayudar
al logro de un diálogo que nos permita ir acercándonos al acuerdo.
Otro concepto que considero básico es el de reciprocidad.
Los vínculos se sostienen en el tiempo sólo si los procesos de intercambio
entre las partes tienen lugar dentro de los límites que son propios de
ese vínculo, para mantener una relación de reciprocidad aceptada y
satisfactoria para ambos.
No existe ningún vínculo en la vida que se pueda sostener a
lo largo del tiempo si no se respeta este principio que es básico y de sentido
común.
Propongo pensar en El Conflicto como Oportunidad: Motor del
Crecimiento, mostrando cómo uno de los motivos por los que las personas, en
ocasiones no logran establecer un compromiso, está en la dificultad de
hacerse responsables de la parte que está de su lado. Afrontar ciertos desafíos
constituye un acto de madurez y responsabilidad..
También es importante comprender cómo operan las matrices
que modelan el singular modo en que nos desempeñamos y por dónde
pasan las posibilidades de tomar coraje, para afrontar el desafío de
introducir modificaciones en tales matrices, para que puedan dar lugar a
nuevas formas más saludables y efectivas.
Otro tema importante es el de los límites dentro de los
cuales uno puede y debe moverse en el tratamiento de un conflicto. Existe una
sensación generalizada que los límites restringen. Si exploramos paradigmas
diferentes, podremos comprender cómo la posibilidad de percibir el límite
puede constituir un valioso aliado para ganar grados de libertad
en lugar de perderlos. Ver publicación Nº 30 anterior).
Otro tema clave para el control del proceso, es el poder
contar con una serie de indicadores de mejora, que permitirán ir
observando si efectivamente el tratamiento del conflicto nos está llevando a un
buen destino.
Un último capítulo está dedicado a las Técnicas. Destacamos
el valor del sentido común como superior al de cualquier técnica. La
mejor técnica aplicada por una persona carente de sentido común no servirá para
nada, no solo en el ámbito de la resolución de conflictos.
En
síntesis, el contenido del libro va transitando por los aspectos racionales
y emocionales puestos en juego en el tratamiento de los conflictos,
enfatiza la importancia del enfoque que invita a concebir al conflicto como
una oportunidad o motor del crecimiento, muestra la importancia de hacer un
cuidadoso tratamiento de los límites y resaltar algunos indicadores
de mejora a lo largo del proceso, establece cuales son las bases para
aproximarse al acuerdo posible y finalmente hace una mención al lugar que
deben ocupar las técnicas.
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